“Por muchos” y no “por todos”: un cambio que nos invita a comprender mejor el misterio.

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En la celebración de la Eucaristía, cada palabra cuenta. Lo que decimos, cómo lo decimos y desde dónde lo decimos tiene un peso sagrado. Por eso, quizás algunos recuerdan que durante años escuchamos en la consagración del cáliz las palabras: “que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”. Sin embargo, desde hace algún tiempo, la fórmula cambió: ahora decimos “por vosotros y por muchos”.

¿A qué se debe este cambio? ¿Acaso ya no creemos que Cristo murió por todos?

La respuesta es sencilla y hermosa a la vez. El cambio no niega que Jesús dio su vida por todos los seres humanos —eso sigue siendo una verdad de fe, confirmada en muchos lugares de la Escritura (cf. 1 Tim 2,6; 1 Jn 2,2). Pero en la consagración, la Iglesia no busca explicar toda la teología de la salvación, sino ser fiel a las palabras que Jesús mismo pronunció en la Última Cena, tal como las recogen los Evangelios de Mateo (26,28) y Marcos (14,24): “por muchos”.

Este ajuste responde a una intención de fidelidad al texto bíblico original y a una mejor comprensión litúrgica. Fue el Papa Benedicto XVI quien, en 2006, pidió expresamente que las traducciones de la Misa al idioma de cada pueblo respetaran la fórmula original: “pro multis”, que significa literalmente “por muchos”. Aunque el pedido se hizo ese año, tomó tiempo para que las conferencias episcopales —incluida la de Venezuela— hicieran los ajustes necesarios y obtuvieran la aprobación de la Santa Sede. En nuestro país, el cambio se hizo efectivo con la publicación del Misal Romano en español, tercera edición, que se fue implementando progresivamente a partir del año 2021.

Recuerdo con claridad ese momento, porque fue justo cuando yo estaba comenzando mi camino en el seminario. Apenas iniciaba mi formación sacerdotal y ya se hablaba de este cambio como un gesto de obediencia y profundización en el misterio de la fe. Aquella discusión, que para algunos parecía solo un asunto de palabras, me hizo comprender cuánto amor, estudio y fidelidad hay detrás de cada gesto litúrgico de la Iglesia. Hoy, al celebrar la Misa, esa frase “por muchos” me sigue hablando al corazón.

Más allá del cambio de palabras, hay una invitación de fondo: reconocer que la salvación es ofrecida a todos, pero no impuesta a nadie. Jesús derramó su sangre por muchos… y cada uno de nosotros está llamado a responder a esa gracia con fe, libertad y amor.

Oración final

Señor Jesús, que entregaste tu vida por la salvación del mundo,
haznos comprender el misterio de tu amor derramado por muchos.
Danos un corazón dócil para acoger tu gracia,
y haz de nosotros testigos fieles de tu redención. Amén.

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