Una
puerta implica muchas posibilidades; puede resguardar la entrada de una casa, algunas
pueden ser la entrada a un lugar hermoso, otras llevan a desiertos y soledades
de tristezas. Hay puertas hermosas adornadas con oro que nos atraen e invitan a
pasar, algunas veces para bien, otras muchas son como estos peces que viven en
las profundidades del mar y con engaños deslumbrantes atraen a sus presas a la
muerte.
Puertas
que están hechas con madera de sinceridad, otras con el hierro de la opresión y
algunas con el brillo de la mentira. Puertas altas y llenas de orgullo, puertas
redondas repletas de falsedad. Puertas que se han cerrado para siempre
guardando para si todo lo que resguardan.
En nuestra
vida espiritual debemos estar atentos a nuestra puerta interior, saber que
entra y que sale, resguardar la entrada y la salida, muchos vicios pueden
entrar y luego no salir.
Cristo
es la Puerta que nos da acceso a toda la felicidad, él nos muestra todo, no nos
oculta nada. Cristo es la Puerta perfecta. Bendito sea Dios, me abandono a sus oraciones...