Se va un mes y llega otro. Así,
sin calma y a todo tren se nos están pasando los días. Las semanas pasan
volando y los minutos cada vez son más suicidas. Todo va pasando tan de prisa y
sin calma. Pero más aún, Cristo se queda, el no pasa de largo ya que Suyo es el
tiempo y la eternidad. Su presencia Resucitada y resucitadora, todo lo transforma,
cambia y renueva.
Él es la piedra firme que no se
mueve ante los embates del tiempo ni de las tempestades más obscuras y
amenazantes. Como la torre de Orthanc, indestructible y poblada de verde
esperanza, que nos invita a descansar bajo la seguridad de su presencia y cuidado.
Acudamos a Él, que sobresale ante cualquier dificultad y problema.
Cristo
es la torre segura donde me pongo a salvo, donde descansa mi alma y mi espíritu
cobra nueva vida.