El efecto de la globalización nos ha traído grades avances tecnológicos, científicos, económicos; y muchas deformaciones culturales y tergiversación de la religión.
Hoy 21 de diciembre cuando presenciamos el solsticio de invierno (ver enlace) se ha propagado una celebración afanada del espíritu de la navidad (si, en minúscula) ya que se olvida por completo lo que celebraremos tres días después.
Al respecto de esto el Pastor Presbiteriano Obed Juan Vizcaíno Nájera, ha publicado algo en su facebook y me ha parecido oportuno compartirlo, Dios los cuide.
Abrió las puertas y ventanas de su casa, llenó sus mesas de sabrosos platos y de dulces esplendidos, esperaba al Espíritu de la Navidad. Veintiuno de Diciembre, como si esa fuera una fecha más importante que la que vendría tres días después.
Quizás esta es una tradición nórdica precristiana, una de las tan
tas que hemos importado con el afán de hacer a nuestra festividad decembrina más ligada a un sentimiento personal de poseer más, de tener más, esto ha hecho que la gente se olvide que la navidad cristiana tiene su origen en la pobreza de un Dios que quiso encarnarse como ser humano, sin aferrarse a su condición divina.
Esperaba que ese día llegara a su casa la prosperidad, la riqueza, el lujo, por eso no había escatimado en adornar su casa con luces, colores, cortinajes y ricos manjares. La ropa de él y de su familia era la más apropiada. El feng Shui, había
sido perfecto, para preparar la escena en la cual recibiría al Espíritu de la Navidad, cada cosa estaba en su lugar mágico y apropiado.
Esperaba una gran fuerza del universo que viniera del centro de alguna poderosa galaxia, olvidándose del creador de esa galaxia y su fuerza, Dios.
Ya casi eran las doce de la medianoche, empezó a descorchar una costosa botella de Champagne, lo serviría en copas de cristales y detonaría una gran cantidad de fuegos artificiales, ese sería el gran momento de esta navidad, ninguna otra fecha en el calendario más importante que este día.