Feliz domingo, día en que
conmemoramos la Resurrección de Nuestro señor Jesucristo. Sobre todo en este
tiempo de pascua, donde en vibrar de las campanas que anuncian solemnemente la
gloria de la Resurrección de Cristo sigue sintiéndose hasta los confines de la
tierra.
Hoy de nuevo el Señor se nos manifiesta
todo resucitado y lleno de vida. No una vida perecedera y caduca, sino lleno de la
gloria que le ha dado el Padre Celestial; de la cual nosotros somos participes y de la que estamos invitados a propagar y hacer visible con nuestras obras. Cosa que
a veces se nos olvida, y nos quedamos en un eterno viernes santo, contemplando
a Cristo que agoniza y muere, repetimos una y otra vez la escena, y de allí no
pasamos, no superamos.
Indudablemente la muerte de
Cristo nos trajo la salvación, pero esta salvación no nos llegó solo por la
muerte, sino que es concluida y sellada con la Resurrección, ya que de lo contrario vana, inútil y
teatral seria nuestra fe (nos lo dice Pablo). Y es que la resurrección de Cristo viene a
transformar al mundo, no de manera autoritaria ni tampoco de forma dictatorial,
lo transforma con el mismo amor por el cual se dejó martirizar por nosotros,
con el mismo amor con que nos lavó los pie la tarde del jueves santo, con el
mismo amor que nos ha tenido desde el principio de la eternidad.
Toca a nosotros pregonar este
amor, ya que lo hemos tocado y nos hemos alimentado de Él. Toca salir y
confrontar la miseria y el odio con el mensaje de amor y bienestar de Cristo
Resucitado. Tarea nada sencilla, pero Para Dios nada es imposible. Simplemente abandonémonos
en sus manos y todo será posible. No nos durmamos... a trabajar...
Alabada sea la resurrección de
nuestro Señor Jesucristo…