Ante nuestra finitud el Señor
revestido de humildad y sencillez se muestra grandiosamente misericordioso y
bondadoso. Nuestras quejas y lamentos ante su misericordia son simple gotas de
agua salada que se confunden en su dulzura. Ante nuestra maldad y egoísmo, su
amor transparenta todo su esplendor y bondad. Nos invita a vivir en el amor
fraterno.
El año de la fe ha iniciado y muy
a pesar de lo que puedan afirmar los racionalistas en detrimento de este regalo
divino, la fe, es la certeza de creer en lo que aún no vemos, “es la prueba de
las realidades que no se ven”.
Debemos aprovechar a cada
instante este año para vivir a plenitud este misterio que se nos regala en el
Bautismo y que a medida que crecemos, para unos se va robusteciendo o para
otros va muriendo poco a poco.
Confiado en la presencia de
Cristo en nuestras vidas, retomemos las buenas obras y dejemos atrás la
oscuridad de lo que nos hace mal.
Mis saludos…