En ocasiones
nos comportamos como metralleta enemiga que dispara murmuraciones y
maledicencia a diestra y siniestra. Rompe cristales de caridad y derriba muros
de solidaridad, asesina la esperanza y destruye alguna luz.
En ocasiones
somos aquel agricultor que ara la tierra del corazón del otro, quita las
piedras de dudas y esparce la semilla de la caridad y amistad.
Y entonces,
¿porque esta dualidad? ¿A qué se debe esta realidad obscura y luminosa?
De pronto se
debe a nuestra libertad, Dios nos ha hecho libres, libres para amar; ya que
solo en libertad se puede Amar.
Ahora, que
muchos de nosotros preferimos no amar, a amar, queda de nuestra parte. Sólo acercándonos
a él, a Cristo, sumo bien, podemos adiestrarnos cada vez más en el amor.