Esta eran unas de las palabras que refería ayer Monseñor Manuel Felipe
Díaz en la bajada de Nuestra Reina Morena La Virgen de Chiquinquirá. Monseñor nos
decía que la madre “común” viene al encuentro con sus hijos, ah confirmar el
encargo de Cristo en la cruz: “he allí a tus hijos”.
Y es que la homilía de este sábado que ya eran las I vísperas de domingo
dio para todo. La liturgia de la palabra era propicia y oportuna. Un llamado a
cumplir a cabalidad lo encomendado por Cristo nuestro Señor. No creernos, que
por tener algún cargo o posición mejor que muchos voy a abusar de ello. ¡Pues
no! “Ya
que eres grande cuando usas los talentos que te ha dado Dios para el bien”
no eres grande por el auto lujoso que usas, no eres grande por dominar a los
empleados, no eres grande porque todo mundo te aplauda, eres grande porque
Amas, Ayudas, Sirves; eres grande porque la Caridad corona todas tus acciones.
Qué bien entendió esto María Santísima, toda ella es un talento de Dios
y lo ha puesto al servicio de la humanidad, ella se presenta con su hijo en
brazos, ella medita todo en su corazón y nos manda a que hagamos todo lo que Él
nos diga, ella corre presurosa al encuentro de su prima necesitada de atención,
ella acompaña a su Hijo en el camino de la pasión, es ella la elegida por Dios
para ser la Madre de Misericordia, pues ella da de lo que recibe de su hijo
amado Jesucristo.
En la Cruz de Cristo vemos desbordar el rio de misericordia que inunda
nuestras vidas, transforma nuestros corazones y nos lleva a perdonar, ya que el
perdón es hijo de la misericordia. A pesar de las muchas dificultades, a pesar
de los muchos problemas, Dios nos ama, y de alguna manera nos habla en esos
acontecimientos cotidianos que golpean nuestra realidad y hacen tambalear
nuestra insegura estabilidad. Que no lo entendemos, que no lo comprendemos, que
se nos hace difícil a nuestra limitada capacidad intelectual, es normal, es común
y hasta ralla en lo cotidiano. Lo anormal sería que no aguardáramos en la “Alegre
esperanza de que Dios quiere los mejor para sus hijos”.
Ya nos lo decía San Agustín y la visión beatifica de la historia, ver en
cada acontecimiento la mano prodigiosa de Dios que no se aparta de nosotros y
quiere nuestro bien.
Me abandono a tus oraciones, junto a mi familia. Dios te bendiga.