¡Dios te salve, Reina y Madre de
misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve!
La Reina Morena ha bajado de su camerino
para repartir bendiciones a sus hijos. Trae entre sus brazos al Verbo
encarnado, a Cristo, el unigénito del Padre Creador, obra del Espíritu Santo. Hoy
mi tierra esta alegre, pues la bella Señora camina de la mano de sus hijos por
las calles, lleva la Luz que aleja a las sombras y el dulce aroma que elimina
la podredumbre del pecado. Ella es la Nueva Arcar de la Alianza, Ella lleva a
Cristo.
La Bella Señora, se pasea entre
una lluvia de flores, la grey emocionada le arrulla con cánticos de poesía. De diadema
usa la luna y de zafiros las estrella. Las flores huelen a buenas obras
sembradas en las necesidades del prójimo y acomodadas entre los más pobres. Su cálido
manto cubre el cuerpo de los niños desamparados y nubla la vista a los que
maltratan a las mujeres.
Su carruaje transporta la alegría
de sentirse amados por Dios y redimidos por Jesucristo. Una sola cosa nos pide:
"Hagan todo lo que Él les diga" (Jn 2,5). Porque toda devoción mariana nos debe llevar a un
encuentro con Cristo, Señor nuestro.
Gracias Madre por la oportunidad de narrar tu
encuentro con el pueblo (Junto con otro compañero seminarista fui locutor en
off de la ceremonia de la bajada) según parece me concederán el ministerio del
Lectorado en tu basílica este 17 de noviembre, en las vísperas de tu día.
Gracias Señora por llevarme de la mano a tu Hijo amado, Palabra hecha carne. Me
abandono a sus oraciones.
Minutos antes de iniciar la Santa Misa
Momento en el que llevan la Sagrada Reliquia de la Virgen de Chiquinquirá para iniciar la solemne Eucaristía de bajada
Parte de los fuegos artificiales después de la bajada