Siempre me ha llamado la atención el entusiasmo y la
seguridad de los discípulos del Señor Jesús, en el relato de la pesca milagrosa
que leemos en San Juan (Jn. 21ss) en el verso siete el discípulo amado al notar
que es el Señor Jesús Resucitado se lanza de inmediato al mar y nada
desaforadamente hasta llegar a la presencia del Señor.
Nosotros los católicos sabemos y reconocemos a
Nuestro Señor Jesucristo presente en la Hostia Consagrada, con su cuerpo,
sangre, alma y divinidad. Cada jueves tenemos esa oportunidad de lanzarnos en
el mar de nuestros problemas, dificultades y congojas y llegar hasta la
presencia del Señor Jesús Resucitado que nos espera para alimentarnos.
Vengamos a la presencia del que todo lo puede, del
que nos ama sin condiciones, del que nos salva y redime por siempre.