Porque preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo y comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo,
llena de juventud y de limpia hermosura.
Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo.
Purísima a la que, entre los hombres, es abogada de gracia, y ejemplo de santidad.