Y entonces me encontré cara a cara contigo, había olvidado
la tranquilidad de tu voz y la armonía de tu presencia. Me había acostumbrado
en verte imponente y majestuoso, tú allá y yo aquí, con mucha confianza pero
sin nada de sabor.
El tiempo
como camicaces que se lanzan desde sus aviones a gran altura, se estrella
contra la mente de nuestra humanidad llenándonos de recuerdos y señales de que
su paso ha hecho mella en nosotros. Esto es inevitable y urge atrincherarnos y
adiestrarnos para que su paso por nosotros, sea provechoso y agradable.
Nosotros somos
temporales, nacemos, vivimos y morimos. Aunque muere es nuestra corporeidad,
nuestra alma es eterna y volvemos al Padre, de donde hemos salido. Cristo es
nuestro principio y fin, unidos a el es que logramos transformar nuestra vida etérea,
en una vida constante, que da frutos en abundancia, de tal manera que se
convierte en una presencia del poder de Cristo en nosotros.
A esto me
refiero al aporte que han hecho grandes santos, hombres y mujeres de carne y
hueso, temporales como tu y yo, que teniendo a Cristo como principio y fin de
todas sus obras, lograron dar frutos en abundancia. Aprovechemos nuestro tiempo
y dediquémonos a hacer de nuestra temporalidad una eternidad ser santos en lo cotidiano y esto solo lo lograremos
de la mano de Cristo el Alfa y Omega.
Un fraterno
saludo.
PD: Volvemos, ya en 4to de teología,
abandonado a sus oraciones y enamorado de esta vocación que el Señor me ha
regalado.