Volver siempre es
bueno, sobre todo cuando se tiene la esperanza de retomar lo empezado y que es
bueno. Aunque a veces nos gane el desánimo y la apatía lleve la batuta, debemos
anteponernos y volver sobre nuestros pasos e iniciar o mejor dicho retomar lo
que se había empezado.
El árbol a pesar
de ser cortado y mutilado siempre está buscando la manera de seguir creciendo,
el mar por más rompeolas que le coloquemos siempre estará empujando y empujando
estrellándose contra el muro buscando seguir adelante, la represa por más
contención que tenga no podrá aguantar las ganas de seguir del agua.
Algo parecido
sucede con la Conversión, es volver al estado de Gracia con la que el Señor nos
ha creado y que por constantes trochas que tomamos nos perdemos. Y andamos
desorientados y sin rumbo fijo, como el hijo prodigo desesperados y haraposos. Necesario es repensarse, recordar lo mucho
que nos ama Dios y re empezar y volver, aunque duela, aunque de vergüenza,
aunque lo que sea… pero volver. Nos aguardan un par de brazos y un corazón que
no se cansa de amar.
Así, retoma lo
bueno, aléjate de lo que te hace daño, de las trochas que te pierden entre
polvaredas de vicios y laberintos de maldad, vuelve al camino, aunque pedregoso,
retómalo; aunque espinoso, esfuérzate; aunque doloroso, sigue.
Diría el cantante
Vicente Fernández “'Y volver, volver, volver
a tus brazos otra vez, llegare hasta donde estés yo se perder, yo se perder,
quiero volver, volver, volver.
Volvamos e iniciemos una Vida Nueva en aquel que nos ama, Jesús.
