Qué tristeza es darnos cuenta de la belleza de algo o de alguien justo cuando está por desaparecer. Como ese cielo que arde en tonos de fuego al final del día, pero al que casi nunca miramos cuando el sol está en lo alto.
La belleza no está reservada solo para los
finales. Está en los detalles del comienzo, en la sencillez de lo cotidiano, en
las personas que caminan a nuestro lado en silencio, en los amaneceres
desapercibidos y en las sonrisas que ya no sabemos agradecer.
Aprender a reconocer la belleza cuando aún
está viva es un acto de amor, de humildad y de fe. Es entender que cada día,
cada encuentro, cada paisaje tiene un resplandor único... aunque no dure para
siempre.
No esperes al ocaso para agradecer lo que
has tenido. Mira hoy. Valora hoy. Ama hoy.