Ella dejó que la luz Divina llenara
los previos de su corazón, se abrazó a solas con Cristo y desde entonces lo
proclamó en medio de los hombres.
Ella no dejo de ser de lo universal
y de todos, por buscar a los que no se entendían del todo.
Ella lustro el metal oxidado de la “Unidad”
dándole el brillo que de por si tiene, limpio la tienda de la reunión y salió a
los caminos a buscar a las gentes.
Ella volvió de quien había venido y
nos enseñó a amar a Jesús, buscando la unidad sin perder la identidad.
Ella, Chiara Lubich.