Me sorprende la capacidad que tienen los seres humanos para AMAR, para
entregarse para y por el otro, a favor dé y en beneficio de muchos. Pero también
me aterra la capacidad y astucia que tenemos de odiar, destruir y arruinar el
bello amanecer de un soleado día. Somos un manojo de posibilidades llenas de
cualidades y repletas de oportunidades. Todo depende en qué, cómo y para qué
usemos esas cualidades y posibilidades.
Somos envases de vidrio que trasparentamos lo que contenemos, por ello
dime de qué te llenas para decirte lo que trasparentas, lo que dejas ver, lo
que irradia tu vida. El Cristiano, como tal, debe trasparentar y llenarse de
Cristo; de lo contrario dejaría de llevar ese nombre y sería cualquier otro
invento he intento de irradiar falsamente a Cristo.
Hoy en día existen abundantes formulas que nos aseguran y prometen falsamente
ser producto del AMOR de Cristo, cuidado con esto, se parecen a esos lobos-pastores
disfrazados de ovejas que buscan cualquier cosa, menos el bien del prójimo.
Cristo nos dejó su mandamiento de AMOR: “Esto les mando, que se amen unos a otros” (Jn 15,17) Sólo debemos seguirlo, cumplirlo, ponerlo en práctica
y todo marchará según los planes del reino de Dios. No inventemos. Dejémonos llenar
de esa presencia Redentora que SOLO Cristo nos da.
La invitación es a ser auténticos Cristianos, que trasparentemos a
Cristo Jesús, ese mismo que nació en la pesebrera del seno Virginal de María Santísima,
el hijo putativo del Casto José. El mismo que convirtió el agua en vino nuevo,
convertirá solo si nosotros nos dejamos, el agua estancada de nuestra vida en
vino de alegría que irradia su presencia y se refleja en buenas obras.
Alabado sea nuestro Señor Jesucristo, me abandono a sus oraciones.