Hay palabras fuertes y duras que como taladro penetran el corazón y hacen
mella en el. Palabras tan avasallantes como avalancha de fango y tierra pedregosa
que dejan tapiado cualquier jardín de esperanza. Palabras que en ocasiones se
han meditado y modelado para lanzarlas como saetas amargas capaces de avenenar
la alegría de una sonrisa. Palabras que como torpedos amargos derriban
cualquier muralla que pretenda proteger sentimientos y llantos.
Pero también existen palabras que alientan en el silencio, que ante el
ruido y el alboroto de la supuesta razón prefiere callar, para luego hablar. Hay palabras esperanzadoras que suenan más nítidas
en el silencio de una sonrisa y otras que se fortalecen con un apretón de
manos.
¡Tengamos cuidado con nuestras palabras!
Cristo es la LA PALABRA eterna salida de la boca de Dios Padre, Él en su
pasión por nuestra salvación y ante los ultrajes, no hablo, no se quejo, no
pronunció palabra alguna y cuando lo hizo fue para PERDONARNOS. Hagamos lo
mismo.
Bendito seas, Señor.