Saludos a todos. Hoy 17 de diciembre, nuestra
primera invocación admirativa es a esa dichosa Sabiduría, Palabra pronunciada
por el Padre, el Altísimo y el Profundísimo; Palabra viva que no deja de ser
pronunciada; Sabiduría personalizada que hunde sus raíces en las entrañas de
Dios. Es una Sabiduría que se extiende del uno al otro confín; que todo lo
abarca y todo lo penetra; que está en lo más íntimo de cada ser, de cada cosa,
de cada ley, de cada movimiento, de cada aliento.
Es la Sabiduría que no se queda mirando en el
propio espejo, sino que multiplica los espejos y las imágenes de la Fuente
primera, del Amor primero, en el que se renueva a cada instante.
Sabiduría creadora y generosa, que sale de sí
para estar en todo y estar en todos; que lo ordena todo con firmeza y suavidad,
sabia y prudentemente, sin permitir la anarquía o la angustia; que lo embellece
todo con su divino resplandor.
¡Cómo necesitamos la Sabiduría que brota de
Dios! ¡Cómo necesitamos de su enseñanza luminosa! Tenemos mucha ciencia, pero
poca sabiduría. Conocemos muchas cosas, pero desconocemos la cosa, ese secreto
que nos haga felices.
Por eso, Sabiduría divina,
Sabiduría amiga,
ven a enseñarnos ese camino,
ven a alimentarnos con tu palabra,
ven y muéstranos el camino de la salvación.
Sabiduría amiga,
ven a enseñarnos ese camino,
ven a alimentarnos con tu palabra,
ven y muéstranos el camino de la salvación.