Saludos a todos, sigo con el asombro y gratitud a Dios
por el paso que he dado. Siento
que Dios me ama, que soy nada comparado con la magnificencia de su amor y
presencia en este mundo. Pero que aun así, me llama, me limpia constantemente y
me invita a ser su testigo. Gracias Señor. Que tu palabra sea lámpara para mis pasos.
Hoy
la liturgia nos presenta a Cristo como Rey del Universo. Monseñor Juan Esquerda
Bifet, nos presenta una explicación muy interesante en su Diccionario de la
Evangelización, editado por la BAC, Madrid, 1998. Leamos:
A Jesús sus discípulos
le reconocieron como "rey de Israel" (Jn. 1,49) y las muchedumbres le
aclamaron como rey (Mt. 21,5; Lc. 19,38; Jn. 12,13), pero él, sin rechazar el
título, no se dejó llevar del entusiasmo del momento. Incluso, después de la
multiplicación de los panes, escapó de la muchedumbre (tal vez un grupo de
zelotes) porque le querían hacer rey (cfr. Jn. 6,15). Su entrada triunfal en
Jerusalén, montado humildemente sobre un pollino, indica el cumplimiento de la
profecía de Zacarías (Za. 9,9; Mt. 21,5).
La fiesta de Cristo
Rey (Instituida por Pío XI en 1925) se celebra el último domingo del año
litúrgico, como indicando su centralidad en la creación y en la historia, como
"alfa y omega" (Ap. 1,12-13), siempre hacia el encuentro y
glorificación definitiva de toda la humanidad, en la dinámica de
"recapitular todas las cosas en Cristo, las del cielo y las de la
tierra" (Ef. 1,10).
Su reino tiene un
sentido más profundo. El anuncia un reino que ya está en medio de ellos (Mr. 1,15),
que está caracterizado por unos nuevos valores (Mt 5), que será plena realidad
al final de los tiempos (en su venida definitiva, la "parusía"). En
su reino del más allá quiere que participen sus discípulos (Lc. 22,29-30; Jn. 14,3-4).
El mismo, ante Pilato,
ratificará este título ("tú dices que yo soy rey"), precisando que su
reino "no es de este mundo" (Jn. 18,35). El buen ladrón se encomienda
a Jesús para que le introduzca en su reino (Lc. 23,42). La misma cruz de Jesús
es ya inicio de su glorificación, cuando "atraerá todo" hacia él
(cfr. Jn. 12,32). Su "humillación" en la cruz se convierte en
"exaltación" y en objeto de alabanza por parte de todos (cfr. Flp. 2,7-11).
Por ser el
"Mesías", Jesús es "ungido" como Sacerdote, Profeta y Rey.
En Cristo Rey, Dios ha elegido a toda la humanidad para "arrancarnos del
dominio de las tinieblas y trasladarnos al reino de su Hijo amado, de quien nos
viene la liberación y el perdón de los pecados" (Col. 1,13-14). Al final
de los tiempos, en su venida definitiva y gloriosa, Jesús aparecerá como
"el Señor de los señores" (Ap. 17,14). Entonces "entregará el
reino a Dios Padre" (1Co. 15,24), haciendo partícipes de este reino a
cuantos hayan creído en él y le hayan anunciado a los hermanos (cfr. Lc. 22,29-30;
Hch 1,6-8).
Es a partir de su
glorificación (resurrección y ascensión) que Jesús se muestra como rey del
universo (Ef. 1,20-23; Col. 1,18), anunciando su triunfo definitivo al final de
los tiempos. No ha venido para construir reinos de poder, sino una familia de
hermanos, que anticipen "los nuevos cielos y la nueva tierra donde reinará
la justicia" y el amor (2P. 3,13).
Cristo es "el
Señor" (1Co. 12,3), la "Cabeza" de su Cuerpo que es su Iglesia,
su "complemento" (Ef. 1,23), "Señor del universo y de la
historia" (TMA 6). "El Señor es el fin de la historia humana, punto
de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la
civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total
de sus aspiraciones" (GS 45).
Cristo revela el
sentido de la vida humana, de la humanidad entera y del cosmos, todo orientado
hacia la verdad, el bien, la belleza en un existir indefectible, que sólo será
posible después de la glorificación total, en el más allá. "El misterio
del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado" (GS 22).
Cristo es Rey universal; su reino es de "verdad y vida, santidad y gracia,
justicia, amor y paz" (Prefacio de la fiesta).
Un saludo fraterno, me abandono a sus oraciones.