Agosto: un mes de esperanza, gratitud y fe.
16:37Agosto llegó cargado de esperanza. Iniciamos con la alegría de los Retiros de Emaús en su segunda edición, estos son espacios donde el Resucitado sigue manifestando su poder transformador, tocando corazones y renovando vidas. Cada testimonio, cada encuentro, me recordó que el Señor camina a nuestro lado, aun cuando a veces nuestros ojos no logran reconocerlo de inmediato y nos empecinamos en seguir sumergidos en la oscuridad.
Este mes también estuvo marcado por una celebración muy personal: mi cumpleaños número 47, una edad que según cuentan no aparento, jajaja. Fue una ocasión que desbordó en muestras de cariño, afecto y cercanía. Cada palabra, cada gesto, cada torta, se convirtieron en signo visible del amor de Dios que se hace presente en los hermanos y en la comunidad que Él me ha confiado. Sin embargo, aquella misma noche, la vida nos sorprendió con la partida a la Casa del Padre Eterno del papá de uno de los seminaristas de nuestra parroquia. La alegría y la tristeza se entrelazaron, recordándome una vez más que todo está en manos de Dios y que solo en Él nuestra existencia encuentra sentido.
Unos días después, celebré con gozo 7 años de haber llegado a San Isidro Labrador. El domingo pasado ya ultimo del mes, algunos feligreses tuvieron un hermoso gesto de agradecimiento que me llenó de alegría y me hizo sentir, una vez más, que el Señor me regaló una enorme comunidad que se ha convertido en mi familia de fe, con la que camino y aprendo cada día.
Agosto, además, me regaló una experiencia profundamente significativa: la celebración de los 50 años de ministerio sacerdotal de un hermano en la fe, el Padre Eddy Govea. Un testimonio de fidelidad y entrega que iluminó nuestro caminar, nos decía al inicio de su acción de gracias eucarística “50 años y aun sigo siendo sacerdote”. Sin embargo, la vida nos recordó su fragilidad, pues apenas unos días después, el Señor lo llamó a las Moradas Eternas. En esa aparente contradicción, fiesta y partida, se reveló con fuerza el misterio de la vida cristiana: todo está en manos de Dios, desde nuestro nacimiento hasta el último respiro.
Hoy, al despedir este mes y al iniciar otro, mi corazón se llena de gratitud. Ha sido un tiempo de esperanza, de alegría compartida, de memoria agradecida y de fe renovada. Agosto me recordó que cada día es gracia, que cada encuentro es un don y que todo, absolutamente todo, tiene sentido en Cristo. Porque como nos dice san Pablo: “Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor” (Rom 14,8).
P. Silverio Osorio.
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