Un párroco para la parroquia.

19:08

Como párroco de la Parroquia San Isidro Labrador, tengo el privilegio y la responsabilidad de servir a siete comunidades que se encuentran dispersadas en el extenso territorio parroquial.

Mi misión es seguir el ejemplo de Cristo, el Buen Pastor, y ser un buen párroco para todos mis fieles. Cada día, me esfuerzo por ser un ejemplo y testimonio de fe, esperanza y amor, especialmente para una comunidad tan necesitada y sedienta de guía espiritual. En cada comunidad, trato de llevar el mensaje de Cristo y ser un reflejo de Su amor y misericordia.

Agradezco a Dios por la oportunidad que me ha dado de ser el párroco de esta parroquia. Le pido que me ayude a ser un instrumento de cercanía entre los hombres y Dios, y sobre todo, a ser un buen Colaborador de la Verdad. Mi deseo es que, a través de mi servicio, pueda tocar los corazones de muchos y guiarlos hacia una relación más profunda con Cristo.

La parroquia nos nada fácil, pero se hace el esfuerzo y se lucha para que la Gracia del Señor actúe.  Siempre me encomiendo a la protección y auxilio de San Isidro Labrador, cuyo ejemplo de humildad y dedicación al trabajo me inspira cada día. San Isidro, conocido por su piedad y amor hacia los pobres y los animales, nos enseña la importancia de la oración y la caridad en nuestra vida diaria.

En torno al dia del Parro, es imposible no recordar el ejemplo de vida del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, quien dedicó su vida al servicio de los fieles y pasó largas horas en el confesionario, guiando a las almas hacia el arrepentimiento y la reconciliación con Dios. Su humildad y devoción son un modelo a seguir para todos los sacerdotes.

Es importante que seamos recíprocos y empáticos con los sacerdotes, reconociendo que también necesitamos apoyo y comprensión de los fieles. Nosotros, como cualquier otra persona, enfrentamos desafíos y dificultades comunes a la vida diaria. Les pido que recen por nosotros, para que podamos seguir siendo instrumentos de la gracia de Dios y continuar nuestra misión con fortaleza y alegría.

Cada día es una nueva oportunidad para evangelizar, educar y enseñar, mostrando siempre el rostro de Cristo vivo y actuante en medio de la comunidad. A pesar de los desafíos, debemos seguir adelante con la certeza de que nuestro trabajo no es en vano y que, con la ayuda de Dios, podemos hacer una diferencia significativa en la vida de las personas. Amén.  


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