Oh Adonai...
11:06
Admiramos esa espléndida
manifestación de Dios como fuego y como amor, como pastor y como ley, como
fuerza liberadora. Ese Señor-Pastor, que ama a su pueblo, a su rebaño, y que no
permitirá que nadie lo someta o lo disperse, que nadie le arrebate una oveja de
su mano. Por eso, se manifestará con brazo poderoso para liberar y dirigir a su
pueblo.
Se manifiesta a Moisés como
llama que enciende y no consume, que purifica y no mata, que ilumina y no
ciega, que conduce y no esclaviza. Esa llama se comunicará al profeta para que
pueda romper las ataduras que atan a su pueblo y para que pueda conducirlo
sabiamente.
Se manifiesta a Moisés como
Pastor y Legislador, como norma y camino, como meta y horizonte de vida. Una
ley que se inscribe en piedra, pero que terminará escribiéndose en el corazón.
Una ley que se irá concretando y reduciendo en palabras tan sencillas y tan
vivas como el amor.
Pues ven, Pastor, a
conducirnos.
Tú eres nuestro buen Pastor.
Tú eres nuestro buen Pastor.
Ven, Adonai-Señor, a
liberarnos.
Tú eres nuestra Pascua.
Lo pedimos con toda nuestra fuerza,
porque, a pesar de tanta Declaración de Derechos,
de tantas constituciones,
de tanto código y de tanta democracia,
no nos sentimos libres ni seguros;
porque, a pesar de tantos pastores,
líderes y gobernantes,
no nos sentimos bien dirigidos y orientados.
Tú eres nuestra Pascua.
Lo pedimos con toda nuestra fuerza,
porque, a pesar de tanta Declaración de Derechos,
de tantas constituciones,
de tanto código y de tanta democracia,
no nos sentimos libres ni seguros;
porque, a pesar de tantos pastores,
líderes y gobernantes,
no nos sentimos bien dirigidos y orientados.
El rebaño anda
disperso
y el pueblo no sabe lo que quiere.
Nos dejan pequeñas parcelas de libertad,
para que nos lo creamos,
pero las cosas realmente importantes
no sabemos quién las decide.
Nos entretienen con espectáculos variados
y nos proporcionan la ración diaria de «pescado y de cebollas»,
para que nos conformemos,
pero el alimento que nutre de veras
no está a nuestro alcance. Somos esclavos de la peor condición,
porque no conocemos sus cadenas.
Por eso, Señor,
ven a liberarnos con el poder de tu brazo.
y el pueblo no sabe lo que quiere.
Nos dejan pequeñas parcelas de libertad,
para que nos lo creamos,
pero las cosas realmente importantes
no sabemos quién las decide.
Nos entretienen con espectáculos variados
y nos proporcionan la ración diaria de «pescado y de cebollas»,
para que nos conformemos,
pero el alimento que nutre de veras
no está a nuestro alcance. Somos esclavos de la peor condición,
porque no conocemos sus cadenas.
Por eso, Señor,
ven a liberarnos con el poder de tu brazo.
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