Oh Renuevo del tronco de Jesé...
14:33
Todos
nos alegramos al ver un albor retoñar, echar flores y luego sus frutos. No alegramos
de que lo sembrado sea cosechado y nos pueda alimentar. Pero si nace un retoño de
un tronco viejo ¿qué podemos decir? Eso ya supera las fuerzas de la naturaleza,
hay que admirar y alabar. Como lo hizo Abraham, cuando en su ancianidad
engendró al hijo de las promesas. Como David, a quien se le prometió una
descendencia gloriosa interminable.
Del
viejo tronco de Jesé, padre del rey David, brota un Renuevo lleno de gracia y
de espíritu. «Reposará sobre él el espíritu de Yahveh, espíritu de sabiduría e
inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de
Yahveh» (Is 11, 2).
Será
un líder maravilloso, revestido de justicia y misericordia. Será como un signo
favorable para los pueblos, como un arco iris, el anuncio cierto de salvación.
Tiene en sus manos el secreto de la ciencia y de la paz. Todos los príncipes y
sus consejeros, todos los sabios e investigadores, quedarán pasmados ante él. Todas
«las gentes lo buscarán» (Is 11,10) y todas las naciones solicitarán su visita.
Será la admiración del mundo y tendrá millones de "fans" por todas
partes.
Y
es verdad. Todo el mundo está como esperando un gran Salvador, un líder ideal,
que llene de ánimo y de esperanzas. La gente está necesitada de ilusión y de
esperanzas. Sufrimos desencanto tras desencanto, decepción tras decepción. Se
prometen cosas, y todo queda en palabras y buenas voluntades. Se habla de
cambio, para que todo siga igual. Lo que hoy más necesitamos es una esperanza
nueva. Necesitamos organizaciones nuevas y políticos nuevos. Necesitamos un
hombre divino, pero que sea de nuestra raíz y nuestra raza, que brote de
nuestro árbol.
Por
eso,
ven, Renuevo maravilloso del tronco de Jesé,
ven enseguida a librarnos de esta tristeza,
ven, Príncipe ideal.
Ven, Renuevo,
a renovarlo todo,
a hacer un mundo nuevo,
«una tierra nueva, en la que habite la justicia».
ven, Renuevo maravilloso del tronco de Jesé,
ven enseguida a librarnos de esta tristeza,
ven, Príncipe ideal.
Ven, Renuevo,
a renovarlo todo,
a hacer un mundo nuevo,
«una tierra nueva, en la que habite la justicia».
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