COMAMOS Y BEBAMOS QUE YA MAÑANA ES CUARESMA...
0:30
Tú que eres Cristo, el esplendor y el día,
y de la noche ahuyentas las tinieblas,
Luz de Luz que a tus fieles
cual luz te manifiestas,
te pedimos, Señor, humildemente
esta noche que estés de centinela,
en ti hallemos reposo
y la paz nos concedas.
Si se entregan al sueño nuestro ojos,
en ti vigile el corazón alerta,
y rogamos tus hijos,
Señor, que nos protejas.
Defensor nuestro, míranos, rechaza
al enemigo cruel que nos acecha
y, a quienes redimiste
con tu sangre, gobierna.
A ti Cristo, Señor del universo,
y a ti Padre, alabanza dondequiera,
y al Amor, por los siglos
loores. Amén.
Con este himno rezamos
hoy las últimas vísperas del tiempo ordinario para darle paso al tiempo de
Cuaresma que inicia con el miércoles de ceniza.
El miércoles de Ceniza;
un día especialmente penitencial, en el que manifestamos nuestro deseo personal
de conversión a Dios. Al acercarnos a los templos a que nos impongan la ceniza,
expresamos con humildad y sinceridad de corazón, que deseamos convertirnos y
creer de verdad en el Evangelio. El origen de la imposición de la ceniza
pertenece a la estructura de la penitencia canónica. Empieza a ser obligatorio
para toda la comunidad cristiana a partir del siglo X. La liturgia actual,
conserva los elementos tradicionales: imposición de la ceniza y ayuno riguroso.
La bendición e imposición
de la ceniza tiene lugar dentro de la Misa, después de la homilía; aunque en
circunstancias especiales, se puede hacer dentro de una celebración de la
Palabra. Las fórmulas de imposición de la ceniza se inspiran en la Escritura:
Génesis, 3, 19 y Marcos 1, 15.
La ceniza procede de los
ramos bendecidos el Domingo de la Pasión del Señor, del año anterior, siguiendo
una costumbre que se remonta al siglo XII. La fórmula de bendición hace
relación a la condición pecadora de quienes la recibiremos.
La Cuaresma, nos enseña
el Concilio Vaticano II, “es el tiempo
litúrgico en que los cristianos católicos nos preparamos para celebrar el
misterio pascual, entregándose más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la
oración, mediante el recuerdo o la preparación del Bautismo y la Penitencia
(Const. Sacrosanctum Concilium, n. 109)” Tal es el sentido que actualmente
tiene la Cuaresma.
Durante
los primeros días de la Cuaresma, la liturgia insiste sobre todo en el valor de
la penitencia y del ayuno de toda la Iglesia, como expresión de la voluntad de
purificar su vida: se ruega a Dios que el pueblo cristiano siga con fidelidad el ejercicio
del ayuno que se impone, que esta práctica corporal traduzca los sentimientos
interiores, que se manifieste con frutos de buenas obras por las que se renueva
auténticamente la vida cristiana.
0 comentarios