Los hijos del divorcio...

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Ante la idea de un divorcio, las cosas se tornan diferentes. Quien desea tomar una decisión como esta en medio de una situación tan emocional, corre el riesgo de enfocar su pensamiento casi exclusivamente en sus anhelos, intereses y deseos. No va a pensar en los otros miembros de la familia. Esto es peligroso, sobre todo cuando existen hijos de por medio. Y es que sin dudas, el divorcio es una opción cuando existe una relación absolutamente destructiva en la que los adultos y los niños sufrirían más que si se mantiene el matrimonio.

No obstante a eso, es indispensable pensar que la pareja se encuentra frente a una decisión que le afectará para siempre. Alterará todas las áreas de su vida y a todas las personas que están involucradas en ella. En términos generales, podemos decir que el divorcio es un asunto con el que la iglesia nunca ha llegado a sentirse muy cómoda que digamos. Sin embargo, a medida de que como sociedad nos hemos movido en los últimos 40 ó 50 años en la dirección de una aceptación cada vez más amplia de él.

En un divorcio son los niños los que más sufren, son los que por lo general las llevan de perder. Desafortunadamente, aunque es cierto que a los niños se les mantiene a distancia de las discusiones y de las decisiones, también es cierto que es imposible mantenerlos a distancia del dolor de la pérdida. Para darnos cuenta de la tremenda injusticia cometida, consideremos por un momento una pequeña lista incompleta e improvisada de lo que un niño pierde en un divorcio:

• Por lo menos uno de sus padres

• La sensación de seguridad que su hogar proveía hasta entonces

• Cualquier grado de certeza en cuanto a los sentimientos de sus padres

• Su casa

• Sus amigos del barrio

• Su colegio (con todo lo que esto implica)

• Sus parientes (por lo menos los de un lado, sino ambos)

• Su seguridad económica relativa (siempre será peor después del divorcio)

• Su estabilidad emocional y psicológica…etc.

Es necesario entender el proceso por el que pasan los niños en un divorcio, con el fin de responder desde una perspectiva pastoral a las necesidades que ese proceso crea o trae a la superficie. Debemos apoyarnos y dar una mirada a lo que la literatura dice que son los efectos del divorcio en los niños, de la magnitud y las características de su pérdida, y a las maneras en que ellos tienden a reaccionar y responder al evento. Esta información previa es importante para que nosotros como pastores y como Iglesia busquemos hacer algo para disminuir su sufrimiento y para equiparlos para que puedan enfrentar el trauma y enfrentar el futuro en las mejores condiciones que les sea posible.

Es necesario estar conscientes de que existen dos extremos que debemos evitar. Por un lado, la atención pastoral a estos niños no puede ni debe tomar el lugar y la responsabilidad que les compete a otros profesionales como psicólogos o trabajadores sociales. Por el otro lado, la labor de esos otros profesionales no puede ni debe hacer a un lado el amor que una persona puede brindarle a otra en el nombre de un Dios amoroso y misericordioso.

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