"Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?"

18:31

En la liturgia de este Domingo, el evangelista San Juan, nos presenta el encuentro de Jesús con una Samaritana (4, 5-42) los judíos o odiaban a los samaritanos y era para ese tiempo era muy mal visto entablar conversación con una mujer en un lugar público. Jesús, sin embargo, supera los prejuicios de raza y las conveniencias sociales y empieza a conversas con la samaritana.

Respecto al pueblo samaritano: se había formado con cinco tribus que repoblaron Samaría después de ser conquistada por Asiria. Cada tribu trajo sus propios dioses, aunque después aceptaron el culto a Yahvé (2Re 17,24-34).

La narración: es una historia de la conversión de este pueblo más que de la mujer. Al comienzo, la mujer se pone al mismo nivel que Jesús: Tú judío; yo samaritana (9). Jesús le recuerda su doble ignorancia (10), sugiriéndole el don del agua viva. Dos veces la mujer llama a Jesús «Señor» (11.15), conforme aumenta su respeto hacia Él; acaba invirtiendo los papeles cuando ella le pide de esa agua viva. La petición de la mujer buscaba que Jesús le hiciera la vida más fácil. Cuando Jesús le habla de sus cinco maridos -los cinco dioses originales de los samaritanos-, la mujer se reconoce pecadora al reconocer a Jesús como verdadero profeta (19); sin embargo, a nivel religioso, la mujer insiste en que Yahvé es el marido de su pueblo, ya que sus antepasados, los patriarcas, habían adorado en tierras de Samaría.

Jesús: le anuncia a la mujer que en el futuro la adoración no estará ligada a lugares sino a una persona, a Él mismo, el nuevo Templo de Dios, y será un culto en espíritu y verdad, algo que proviene del corazón movido por Dios y que se revelará en acciones concretas de vida. La samaritana sabe que Jesús es el Mesías porque Él personalmente se lo revela.

Éste: es el único caso en que Jesús revela directamente su identidad; lo hace a una mujer de raza despreciada y no de raza judía; lo hace a una mujer y no a un hombre; escoge a una pecadora y no a una santa, porque Dios suele escoger a los últimos.

Al enterarse: de que Jesús era el Mesías, la mujer se convirtió en apóstol y mensajera de la Buena Noticia para su gente. Cuando los samaritanos conviven dos días con Jesús, llegan a reconocer que Jesús no es un simple Mesías salvador de los judíos; Jesús es un «supermesías», salvador de todo el mundo (42). La mujer tendrá que acabar convirtiéndose en condiscípula de los que ella providencialmente había llevado a la fe en Jesús.

En esta cuaresma que ya va en marcha, lleguemos al pozo, a beber el Agua verdadera que es Jesucristo nuestro único salvador. Dios te bendiga.

Si quieres seguir meditando este evangelio te dejo dos buenos links, uno es el capítulo 7 del documento: Jesucristo, Portador del Agua de la Vida, emitido por el Consejo Pontificio de la Cultura, Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y el otro es una reflexión Dominical que me llega cada semana presenta una buena explicación de la liturgia de este domingo.

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