La vocación de Idirimo...

17:33


Todos hemos sido llamados por Dios, ¿cómo así? Pues sí, de alguna forma el gran entramado de la creación continúa y cada uno forma parte de ese entramado, para lo cual Dios nos llama a formar parte de ese diminuto hilo que forma el gran tapiz de la vida. Algunos aunque atendiendo el llamado no lo reconocen como tal, otros aunque escuchándolo no lo atiende y pocos descubriéndole lo atienden, unos más temprano que otros y otros más tarde que muchos.
La llamada al servicio del Señor es única, individual y trascendental. El Señor llama, ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Difícil de responder, ya que es algo personal, algo que para entenderlo se debe vivir, mas no graficar. El evangelio de San Mateo nos refiere una escena muy particular y que muchos la han catalogado como “El llamado del Señor a diferentes horas (edades)” o como se titula en la misma Escritura “Los Jornaleros de la viña” (Cfr. Mt 20, 1-16) el Señor llama a tiempo y destiempo, en la vida del seminario podemos encontrar jóvenes que sintieron el llamado del Señor a los 14 años de edad, otros a los 18, otros a los 20, ese es el común denominador el llamado a temprana edad, que comparándolo con el texto evangélico serian los llamados en horas de la mañana a trabajar en la viña del Señor.
Unos tantos entran se deciden por el Señor pasados los 25 años, en mi caso entre al seminario al cumplir los 29, pero se sabe de casos en que entran a los 35 y hasta los 40 años, estos últimos son a los que comúnmente conocemos como vocaciones tardías. De este caso conozco a grandes y eminentes sacerdotes que luego de llevar una vida común como profesional o empleado de alguna importante empresa, han descubierto que su felicidada no está allí y lo han dejado todo para seguir al Señor.
Me gustaría comentarles del Padre Idirimo Barboza, un sacerdote ejemplar, con una paciencia que mueve el piso y confianza en Dios que desespera al demonio. El siendo profesor de biología y ciencias sociales luego de pasados muchos años decidió dejarlo todo por el Señor. Fue ordenado sacerdote ya mayor y nombrado director espiritual de diferentes seminarios del interior de mi país. Le conocí hace escasos cinco o seis años, que visito mi parroquia (San Martin de Porres), él era el párroco de la parroquia San Pedro Apóstol ambas parroquias quedaban en la misma zona pastoral y coincidimos en una actividad donde mi parroquia era la anfitriona, yo ni esperanzas de entrar al seminario.

Hace tres años que entre al Seminario Mayor y casualmente nombrado él como director espiritual del seminario. Fue mi director espiritual por dos años y el jabón de Dios donde podía lavar las cochinadas de mis pecados. Por más enfermo que estaba el padre Idirimo, siempre estaba dispuesto a escucharnos. Siempre nos ponía sobrenombres y nos hacia reír con sus cuentos en las homilías de los lunes. Este, durante la consagración en la misa, al momento de decir las palabras “este es mi cuerpo” “esta es mi sangre” lo decía moviendo y señalando con su dedo índice el cáliz y el pan consagrado. Lo hacía de una forma tan particular que nosotros con el simple hecho de hacer la seña sabíamos de quien se trataba.
El padre Idirimo tuvo la oportunidad de conocer Roma el año pasado, ya que fue a un curso de padres formadores de seminarios. Aunque estaba algo quebrantado de salud entusiasmado viajo y disfruto a plenitud, trayéndonos a cada uno un pequeño rosario con fragancia a rosas.
Desde hace unos meses el padre ha tenido una fuerte recaída, ha estado en cama agobiado y adolorido. Desde el lunes pasado, los seminarista hemos estado yendo a su casa a visitarlo, allí es atendido por sus hermanos. Esta muy mal, pero lucido, lleno de una mirada serena y tranquila. El confía el aquel que lo ha llamado a ser Sacerdote eterno al modo de Melquisedec. El padre está lleno de Dios, nos ha reconocido a todos y nos ha dado su bendición. Amado Señor Jesucristo, que se cumpla tu voluntad.
Abandonamos al Padre Idirimo a tus oraciones.

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