Lo Más Querido: Reflexiones sobre el Seguimiento (
Un joven de la parroquia le ha enviado un mensaje a uno de los sacerdotes, compartiendo una reflexión profunda sobre las exigencias del Evangelio en el mundo moderno. Este mensaje se convirtió en el tema de conversación de tres sacerdotes de la parroquia durante su café matutino. El padre que lo recibió lo leyó en voz alta:
El Mensaje del Joven:
"Mi compañía telefónica me ofrece un servicio adicional muy goloso. Y, para que no dude de lo mucho que me aman y desean alegrarme la vida, añaden: «gratis». Después, en letra pequeña: «el primer mes». Y después, en nota a pie de página: «A partir del segundo mes, le cobraremos 20$ todos los meses». La cosa es ponerlo fácil.
Desde luego, estas compañías nunca hubieran dado trabajo a Jesús de Nazaret. Porque lo suyo no es, precisamente, ponerlo fácil. Al contrario: Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a su hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Podía haber dicho: «Y no pospone el café de los lunes, o la cerveza de los domingos»… No sé, algo a lo que puedes renunciar con un poco de esfuerzo. Pero va y te pide lo más querido: el padre, la madre, la mujer, los hijos, los hermanos, e incluso a ti mismo.¡Cualquiera contrata con Él! He ahí la clave: no está ofreciendo un contrato. Está gritando que sólo podrás seguirlo si lo más querido para ti es Él."
El Padre Antonio (El Párroco, pragmático y cercano a la gente): "Es una analogía brillante la de la compañía telefónica. El mundo moderno está diseñado así: la oferta fácil, la 'letra pequeña' y el gancho del 'gratis'. Vendemos comodidad. Y luego, llegamos nosotros el domingo con esta lectura... (Suspira y da un sorbo al café).
Suena terrible, ¿verdad? 'Posponer' a la madre, al padre,
a los hijos. La gente se remueve en el banco. Nuestro desafío pastoral es
enorme, porque la palabra 'posponer' —que ya es una traducción suave del
'odiar' semítico— choca frontalmente con el valor supremo de la familia.
Pero la clave es la que dice el texto del joven: no es un
contrato, es un seguimiento. Lo que el mundo ofrece son servicios. Cristo
ofrece pertenencia. Y esa pertenencia exige que Él sea el centro de gravedad.
Si tu familia es tu centro de gravedad, y Cristo es secundario, la estructura
entera colapsa cuando la familia falla. Si Cristo es el centro, la familia
encuentra su lugar correcto. No es amarlos menos, es amarlos en
Él."
El Padre Javier (El Teólogo, más analítico): "Totalmente de acuerdo, Antonio. Y fíjate en la precisión de la demanda. Como dice el texto, no pide 'el café de los lunes'. Eso sería moralismo. El fariseo puede renunciar al café; eso es fácil y te hace sentir virtuoso.
Pero Jesús no pide una privación, pide una preferencia
absoluta. Va directo a 'lo más querido', a los afectos legítimos. No pide
renunciar a algo malo, sino 'posponer' algo bueno. ¿Por qué? Porque 'lo más
querido', cuando no es Dios, se convierte en un ídolo. Incluso la propia vida.
El texto griego usa miseó (μισέω), 'odiar', que sabemos es una hipérbole semítica para
'amar menos que' o 'poner en segundo lugar'. Jesús está estableciendo la jerarquía
del Reino. En un contrato telefónico, tú eres el cliente y el centro. En el
discipulado, Él es el Señor y el centro. La modernidad no entiende esto; nos
enseña que nosotros somos 'lo más querido'. Cristo viene a dinamitar ese
ego."
El Padre Miguel (El Anciano, más espiritual y contemplativo): (Ha estado escuchando en silencio, mirando por la ventana). "Y sin embargo... esa es la única forma de ser verdaderamente libres.
La compañía telefónica te ata con esa letra pequeña. Los
afectos humanos, 'lo más querido', cuando están desordenados, también nos atan.
Amamos a nuestros hijos, pero los asfixiamos con nuestras expectativas. Amamos
a nuestros padres, pero nos volvemos incapaces de seguir nuestra propia
vocación. Nos amamos a nosotros mismos, y nos volvemos esclavos de nuestro
propio bienestar.
El 'grito' del que habla el texto es una invitación a la
liberación. Jesús no dice 'deja de amar a tu madre', dice 'ámame a Mí primero,
y entonces sabrás cómo amar a tu madre de verdad, con Mi amor, no solo con el
tuyo'.
Al 'posponerlo' todo, paradójicamente, lo salvamos todo.
Lo que entregamos por obligación contractual (como el dinero del teléfono) lo
perdemos con resentimiento. Lo que 'posponemos' por amor a Cristo, lo
recuperamos transfigurado. Él no quiere quitarnos 'lo más querido'; quiere ser
Él nuestro 'Más Querido', para que todo lo demás encuentre su verdadero
valor."



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