Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos la fiesta de los santos Timoteo y Tito, dos discípulos y colaboradores de San Pablo, que fueron nombrados por él obispos de Éfeso y Creta, respectivamente. Ellos nos enseñan a ser fieles al Evangelio, a obedecer a los pastores de la Iglesia y a servir con amor y generosidad a las comunidades cristianas.
San Pablo les escribió unas cartas, que forman parte del Nuevo Testamento, en las que les daba consejos, ánimos y orientaciones para su ministerio. En esas cartas, San Pablo les llama “verdaderos hijos en la fe” y les expresa su confianza y afecto. También les recuerda que han recibido un don de Dios, que deben avivar con la oración, la lectura de la Palabra y el testimonio de vida.
Ese don de Dios es el Espíritu Santo, que nos ha sido dado a todos los bautizados, y que nos capacita para realizar nuestra misión en el mundo. El Espíritu Santo nos otorga diversos dones y talentos, que debemos poner al servicio de los demás, especialmente de los más necesitados. Así lo hicieron los santos Timoteo y Tito, que se entregaron al servicio de la Iglesia, predicando el Evangelio, formando a los fieles, organizando las comunidades, defendiendo la verdad y sufriendo por Cristo.
Nosotros también estamos llamados a seguir su ejemplo, y a usar los dones y talentos que Dios nos ha dado para el bien común. No podemos guardarlos para nosotros mismos, ni usarlos para fines egoístas o vanidosos. Tampoco podemos enterrarlos por miedo o pereza. Debemos multiplicarlos con creatividad y generosidad, como los siervos de la parábola de los talentos.
Así, podremos dar frutos de santidad y de apostolado, y contribuir a la edificación del Reino de Dios. Y al final de nuestra vida, podremos escuchar las palabras del Señor: “Bien, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor”.
Que los santos Timoteo y Tito intercedan por nosotros, para que seamos fieles a nuestra vocación cristiana, y para que sepamos servir a la Iglesia y al mundo con los dones y talentos que Dios nos ha bendecido. Amén.