La Homilía
Pbro. Silverio Osorio
Is 35, 4-7. Sal 145. St 2,
1-5. Mc 7, 31-37
Y se maravillaban
sobremanera y decían "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y
hablar a los mudos".
El Señor no se cansa de demostrarnos su
amor y misericordia para con nosotros, los redimidos por su pasión gloriosa y
salvadora. En este Domingo, Día del Señor, donde nos gloriamos de su
resurrección para y por nosotros, la alabamos y damos gracias. La liturgia de
la Palabra que nos presenta la Iglesia en este día nos permite unirnos al
comentario “maravillado sobremanera” del pueblo que le rodea y que hemos
escuchado en el evangelio diciendo “Todo lo ha hecho bien”, veamos por qué.
Hemos leído un fragmento del capítulo 35
del libro del profeta Isaías, y si hacemos una lectura previa capítulos
33 y 34, entenderemos que al pueblo sufrido que vuelve a Sión después de la
esclavitud en Babilonia. Muchos se encuentran física y espiritualmente
disminuidos. Hay ciegos, sordos y cojos. Algunos tal vez sean soldados heridos
a causa de las continuas guerras. El mensaje de esperanza les viene
directamente de Dios que se dirige al corazón de cada uno de ellos: Ánimo, no
tengas miedo, yo estoy contigo, yo te protejo y te sano.
Hoy
en día muchos estamos enfermos, necesitados y urgidos de sanidad y bienestar.
Santiago nos invita a no hacer “Acepción de personas”. Que ante tanta necesidad y enfermedad no hagamos distinciones, no
señalemos o separemos. No las releguemos o echemos a un lado. Ni los pobres ni
ninguna persona debe de ser discriminada, separada ya que sería colocarnos en
el lugar del Buen Juez que nos dice “En verdad les digo que cuanto hicisteis a
uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. El mismo no
hizo distinción de personas, el apóstol nos llama la atención recordándonos que
los pobres son los predilectos de Dios. Acción que vemos en el evangelio.
Jesucristo,
es la Buena Noticia, que nos trae la Salvación y la Redención, pues él es la
personificación de éstas. Ésta novedad
es presentada en tierra extrajera, esta
vez en la Decápolis. La Decápolis es una región que se extiende al oriente del
mar de Galilea y del río Jordán; se llama así porque abraza diez ciudades
griegas que el emperador romano Pompeyo organizó en una especie de
confederación cuando conquistó ese territorio. El Evangelio nos presenta una de
las curaciones que realizó en su propia tierra: Galilea.
Como en la mayoría de los relatos de
milagros, se comienza con la presentación del enfermo y la descripción de su
mal: un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan que imponga la
mano sobre él. El sordomudo simboliza la actitud cerrada del mundo pagano
frente al proyecto de Dios: sordo para escucharlo y tartamudo para
proclamarlo. Este hombre o mejor dicho este mundo no está bien y necesita de
Jesús, y le piden que le impongan las manos sobre él. Este gesto es propio de
Jesús, no lo encontramos en el Antiguo Testamento, pero si es muy común en las
curaciones del Señor Jesús y luego de las primeras comunidades cristianas los
discípulos y apóstoles del Señor.
La sanación del sordomudo ratifica la
actitud de los paganos que poco a poco abren sus oídos a la Palabra de Dios.
Nosotros debemos dejarnos sanar por el Señor, que el abra nuestros oídos, para
escucharle con claridad y así obedecer lo que nos manda, que el Señor Jesús
destrabe nuestra lengua para que podamos proclamarlo con sencillez y
entusiasmo.
Que a ejemplo de María Santísima,
escuchemos atentamente el mensaje del Señor y lo comuniquemos a los más
necesitados. Que a Jesucristo sea la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.