LA LLUVIA II.
22:35Sábado
El olor
como invitado inoportuno invadía el espacio intangible del cuarto de Juanjo, él
echado sobre su cama dormía de lo más placentero, pero su estómago como león
rugiente hacia caso de lo que percibía su olfato, ¡comida! Juanjo, que aún tenía
la ropa del día anterior, giro sobre su cama y entre dormido y despierto,
comenzó una batalla mental entre levantarse y comer o simplemente dormir. Eran
pasada las 9 de la mañana, el frio matinal comenzaba a desaparecer dando paso
al calor ya acostumbrado. Su mamá estaba en la cocina haciendo sus faenas y
preparando ya el almuerzo. Su papá, frente al televisor veía el resumen de los
deportes de la semana.
El hambre
superaba las ganas de dormir, así que Juanjo se levanta y se sienta en su cama,
mira el desastre de habitación, enciende su ordenador y se dirige al baño
mientras se quita la ropa para asearse, al salir se instala frente a su
ordenador, se frota los ojos y ve el reloj detenido. Abre su correo y se da
cuenta que tiene 3 mensajes de los cuales 2, los borra sin leer, el tercero lo
abre, era de un conocido-cliente, le había hecho el diseño de una tarjeta y
este le respondía:
Muchas
gracias hermano, excelentes diseños. El modelo dos ponerlo en la misma posición
que el tercero, y agregarle la información que le falta, para imprimirlas de
las dos formas: unas horizontal y otras vertical, ambas con el mismo diseño.
El error está en la palabra en latín "corpues" la palabra correcta es
“Corpus Christi”. Cualquier cosa me avisas, nuevamente mil gracias. Buenas
noches.
Mientras lee, piensa: “Supiera yo acaso latín”. Da al icono para ejecutar el programa de diseño y se levanta. Se estira y coloca una franela, se calza las cotizas y por fin sale del cuarto. La luz inundaba la sala de su casa y las pupilas de sus ojos disminuyeron ante tanta claridad, avanzó arrastrando su humanidad hasta el comedor.
La madre
extrañada dice: -Hijo!!! ¿Qué haces despierto a esta hora? Lo abraza y da un
beso, Juanjo como gato ronronea diciendo: -Es que el hambre me tortura.
Volviendo a
lo suyo la mamá le dice: -Ayer, bueno esta mañana llegaste muy temprano, ten
cuidado Juancito, sabes bien como están las cosas de peligrosas hoy en día.
-Si mamá,
tienes razón, Reinaldo me trajo hasta casa en su auto. Nos reunimos cerca de la
Universidad un nutrido grupo de amigos. Mucha alegría, tu sabes bien como son
los viernes en la universidad!!!
Mientras
habla, su madre le prepara un suculento desayuno acompañado de una taza de
café, Juanjo lo engulle todo en un santiamén, se levanta y dirige a la sala
donde está su papá, ahora leyendo la prensa.
-hola papá,
¿qué dicen de los tigres de la selva?
-hola hijo,
Dios te bendiga. Extraño verte a esta hora despierto. ¿De los tigres? –sonriendo
prosigue- sabes que juegan como nunca y pierden como siempre – mientras suelta
una risita irónica-
Juanjo,
leyendo los titulares de la prensa le increpa–no digas eso papá, muy bien sabes
que es el mejor equipo de la temporada!!!
El papá
frunciendo el ceño y levantando una de sus pestañas sacude el periódico
diciendo: -por lo menos, mi equipo ya clasifico para la final, no creo que “tu
equipo” logre acumular los puntos necesarios!!! –ah papá, no seas iluso, tu
“equipo” los Peces del Pacifico, serán el alimento de mis Tigres, ya lo
verás!!!
+++
Mientras padre e hijo
discutían sus posturas deportivas, su mamá se afanaba en los quehaceres del
hogar. Un olor a comida hogareña impregnaba cada rincón de la casa. Esta, no era
tan grande, pero si lo suficiente como para vivir cómodamente. Tenía un porche
adornado de varias plantas, sala amplia decorada con unos muebles muy antiguos
estilo Luis XV, y que al parecer son una herencia familiar junto con unos
cuadros con marcos repujados y embarnizados por el polvo. Tres habitaciones
cada una con sus servicios y una cocina con un mini comedor. En la parte
trasera, una enramada y amplio patio abarrotado de plantas.
Juanjo era hijo único, aunque
compartió su niñez con Antonio Felipe, hijo de una hermana de su mamá que había
fallecido víctima de un cáncer terminal; su familia poco a poco le había hecho
frente a la vida, gracias al esfuerzo y trabajo de todos. Cerca vivían algunos familiares
maternos con los cuales creció junto al génesis del Barrio la providencia.
Juanjo siempre quiso saber el porqué del nombre del barrio, hasta ahora nadie
le había dado respuestas.
Su papá el
señor Sixto José Urdaneta Bello, era el mayor de cinco hermanos, provenía de
una familia colonial que vivía en el casco histórico de la ciudad. Sus padres,
habían fallecido escasos dos años, los recordaban con mucha alegría y cada
cierto tiempo Juan lo acompañaba al cementerio. Su mamá la señora María
Sacramento Farías, provenía de un pueblo llamado San Felipe, quedaba muy
retirado de la ciudad. Esta lo visitaba en Semana Santa y en algunas ocasiones
en agosto para las festividades de Santa Rosa de Lima. Pero desde que comenzó a
trabajar a Juanjo le quedaba poco tiempo para visitarlos. Además eran casi cinco
horas de viaje en autobús.
Hacía dos
años que Antonio Felipe se había mudado al pueblo de donde era su mamá, se fue
a vivir a la casa que en antaño era de su madre ya que estaba abandonada.
Antonio, siendo bachiller, había encontrado trabajo y una novia, junto a ella
decidió iniciar una nueva vida alejado de la populosa e insegura ciudad.
+++
La hora del
almuerzo llegó y la familia se sentó a degustar de los exquisitos platos que
había preparado la abnegada madre. Todo lo servido desapareció inmediatamente,
Juanjo engullía como velociraptor a su presa, cada plato que se le servía.
–Pareciera
que tuvieras días enteros sin comer hijo- le replica el papá, mientras este se
levanta a retirar los platos.
Juanjo,
haciendo una pausa entre mordida y tragada le repica: –Bueno papá, de lunes a
viernes como comida recalentada y no es lo mismo; definitivamente, esta tiene
un sazón típico de mamá-
Mientras la
mamá, que había terminado también de comer, sonriendo le dice: - Come hijo, lo
hice con mucho cariño para ti-
Después de
la comelona del almuerzo, los tres se sentaron en el porche a degustar un café,
mientras se ponían al día con los acontecimientos del barrio.
Juan Josué,
mientras servía las tasas de café, le pregunta a su madre:
-Mamá, dame
razón de María Julia Aguedo, tengo tiempo sin verla, anteriormente nos
topábamos cuando me tocaba agarrar transporte público para ir a trabajar, pero
desde que me da la cola Reinaldo, no la he visto más. ¿Por fin en que quedó con
lo de su hermano y la esposa?
Su mamá,
acomodándose en la silla y recibiendo la tasa de café que le pasa su esposo,
inicia su tertulia:
-Bueno
hijo, desde ese fatídico día, en esa casa hay mucha tristeza. De vez en cuando
les visita el Padre Ignacio junto a los de la legión de María, pero han sido
tres meses, sino me equivoco, de llanto y dolor-
Juanjo, con
la vista clavada en el piso y ya con poco café en su taza, recordó lo que le
había sucedido a sus vecinos, mientras escuchaba el parlotear de su madre:
Julio
Carlos Aguedo, el hermano de María Aguedo, se había casado con Maricarmen
Perdomo que vivía en los fondos de la escuela del barrio. Ellos luego de casi
tres años de casados seguían sin poder concebir; luego de tantos intentos y
suplicas sus oraciones fueron escuchadas y Maricarmen logró quedar en estado.
La alegría invadió el corazón de su familia y Julio Carlos brillaba de
felicidad. Alquilaron una pieza cerca del mercado de la ciudad y allí
comenzaron a darle amor a su bebe. El ecograma arrojo que era una niña, María
Esperanza se llamaría.
Todo
cambió en el noveno mes del embarazo, esa mañana Julio salió a trabajar como
cada día y se despidió de su esposa. Le avisan que lo llaman por teléfono, peor
que se cortó la llamada, al parecer era su hermana o esposa diciendo que pasará
rápidamente por su casa, algo había sucedido. Este inmediatamente sale de su
trabajo, llega a la pieza que habían alquilado, encuentra todo patas arriba y
un desastre peor en la cocina, busca, llama y no encuentra a nadie. Se imagina
que ya su esposa le había llegado el momento de dar a luz. Llama a su hermana,
y esta le informa que está en el hospital con su esposa, Julio se apresuró en llegar
al hospital.
Al
entrar se encontró a varios parientes, todos apesadumbrados, cosa que le altero
más aun, por fin encuentra la habitación unos policías van saliendo de ella, cosa que le extraño, y al entrar encuentra a su esposa pálida como el papel,
aruñada, la cara roja y sin la protuberante barriga. Su hermana María y el
hermano de su esposa estaban en la habitación, con ojos llorosos y un nudo en
su garganta pregunta temerosamente Julio: -¿Que sucede?
Este
pensamiento paso en fracciones de segundo por la mente de Juanjo, tomó
nuevamente un sorbo de café, mientras que el bullicio del chatarrero alerto a
su mamá. Esta se levantó velozmente, llamando a su esposo:
-Apresúrate
Sixto, para ver si logramos votar y vender este poco de chatarra que tenemos en
el fondo-
El señor
Alberto, se levantó y salió a la acera para llamar al chatarrero, la mamá de
Juanjo, ya traía en mano las llaves del portón del garaje, al rato los
chatarreros sacaban una gran cantidad de “chatarra” del fondo de la casa.
Juanjo se levantó, recogió las cosas del café y las llevó a la cocina, mientras
lavaba los pocillos no dejaba de pensar en Julio y recordaba la pregunta que le
había hecho el señor José ayer ¿qué hace feliz al hombre? Y pensaba en lo feliz
que era la pareja escasos deis meses atrás y que ahora estaban sumidos en una
tristeza enorme. No todo es bailar, salir, mujeres, hay otras cosas más serías.
Al momento
entraron por la puerta de la cocina sus padres, su madre guardo debajo del
microondas el dinero que había ganado vendiendo la chatarra y decía en un tono
preocupada: -Ya no estas para estar haciendo maromas Urdaneta, yo te lo dije,
pero tú eres muy terco-
Juanjo ve a
su papá ir directo a la habitación. Y pregunta: -¿Que sucede mamá? ¿Cuánto le
dieron por la chatarra?
-Nos dieron
una tontería, que para algo sirve y sucede que tu padre, se puso a ayudar a sacar
la chatarra, yo le insistí en que dejara así, que allí estaban los chatarreros,
pero el insistió y se puso a ayudarle, al ratico de haber comenzado a ayudar se
puso pálido y tubo que sentarse en el brocal de la acera, al parecer se la bajo
la tensión-
Juanjo con
vos irónica sonriendo le dice: -Es que no sé quién es más terco, el o mi madre-
La mamá le
miró de reojo, mientras seguía a su esposo a la habitación, con un vaso de agua
fría y unas pastillas.
Juanjo
entro a su habitación, se sentó frente a su ordenador, edito el diseño de su
cliente y lo envió inmediatamente al correo. Decidió ir a visitar a Julio y
Maricarmen, ellos desde lo sucedido hace tres meses, estaban viviendo en casa
de los padres de Julio que estaba diagonal a su casa, se cambió de ropa y salió
a la calle. El sol se erguía en un cielo límpido de nubes en una quietud
ahuyentada por el zumbido de los autos al pasar. Cruzó la calle y al instante
estaba en el portón de la entrada de la casa de los Aguedo, recordaba que esta
había sido una de las primeras casas que construyeron de material y frisada
junto a toda su cerca, ésta parecían olas del mar coronadas de barras de metal
separada por pilares, aunque se notaba que era de construcción antigua, no
dejaba de ser hermosa.
Juan José
dio un silbido y al rato salió una señora ya avanzada en edad, alta y delgada,
de cabello largo y muy negro; Juan le gritó desde la entrada:
-Hola doña
Juliana, ¿cómo está?, soy yo Juan, el hijo de Sacramento- la señora acercándose
a pasos lentos le abre el portón y explayando sus azulados ojos coronados de
cataratas, le dice efusivamente: -Hola Juancito, muy bien gracias al Creador!!!
¿Cómo estás? ¡Caramba que de tiempo que no pasabas por aquí!- ambos se dieron
un abrazo y la señora tomó a Juan por un brazo para apoyarse al caminar.
-Sí, algo
de tiempo, -le contestó Juanjo mientras le tomaba de las manos- usted sabe el
trabajo absorbe mucho, estoy bien gracias Doña juliana, ¿estará por allí Julio
y Maricarmen?
Luego de
haber entrado a la sala y después de haberse sentados, la señora le responde:
-Está
Juliito!!! Maricarmen salió temprano con María, creo que están para el
supermercado, ya sabes que la pobre necesita distraerse –y dando un suspiro
prosigue- estos han sido unos meses fuertes, ya ni nos quedan lagrimas- la
señora levantando la mirada y observando un cuadro que coronaba la estancia
prosiguió y como si le hablara al cuadro dijo: -Cuando pensé que ya el dolor
había secado las lágrimas de mis ojos después de la muerte repentina de Carlos,
sucede esto tan inesperado y horrible-
Juan Josué
siguiendo su mirada hasta el cuadro no dijo nada, dio un suspiro, se froto las
manos y volvió la mirada a la doña. Evidentemente, Doña Juliana viuda de
Villalobos se veía más demacrada en comparación al último recuerdo que tenía Juan
de ella.
Bueno
Juancito, está bueno de llantos, no quiero aquejarte con nuestras penas, ya tú
tendrás tus muchas penas. Juan en un acto de cortesía –de la cual conocía muy
poco le responde- No se preocupe Doña Juliana, mi mamá dice que las penas
compartidas son más llevaderas, que hay que levantarse como el ave fénix de las
cenizas y emprender el vuelo-
-Si
Juancito, tu mamá Doña Sacramento muy sabia, pero antes que el ave fénix vuelva
a retomar su belleza original y pueda emprender su vuelo, debe esperar y
evolucionar poco a poco, paso a paso, como una semilla recién plantada,
aguardando a empezar a surgir de algo que ya murió, pero sin volver atrás; pues
Juan es eso lo que hemos estamos viviendo nosotros en estos tres meses
fatídicos, confió en el Creador que así como levanto a Nuestro Señor Jesucristo
del sepulcro, nos levantemos también nosotros el ánimo y la esperanza y la
felicidad vuelva a nuestros corazones- luego, doña Juliana frotándose los ojos,
se levanta y dirige a una puerta que está detrás de ellos, la abre
cuidadosamente y mete la cabeza, una corriente de aire frio salió de ese lugar,
se escucha un murmullo y luego un ¡Caramba, si voy enseguida!
Doña
Juliana cierra la puerta y dirigiéndose a Juanjo le dice: -Ya escuchaste
Juancito, ya viene Julito. ¿Te apetece una taza de café? –Juanjo, haciendo una
mueca de cortesía le responde: -Si Doña Juliana, muy agradecido, así recuerdo
su sabroso café- Doña Juliana sonríe, y se dirige apaciblemente a la cocina.
Juanjo
escaneaba la amplia sala atiborrada de adornos y retratos muy antiguos. Los
muebles donde estaba sentado eran de madera tallada, rematados con unas
platinas que en algún tiempo eran doras, sobre los muebles unos cojines de pana
azul rey. Las paredes empapeladas en un azul pálido con arabescos dorados
opacados por el tiempo. Dos lámparas ovaladas y con muchas cuentas de cristal
adornaban el techo de la casa.
Una puerta
se abrió y de ella salió Julio, no tan alto como Juan, pero ancho y algo
regordete como la una “O” mayúscula. Una voz ronca salió de la mole ambulante:
-Hola Juan Josué!! ¿Hermano, como estas? Y explayando sus brazos se abalanzo
sobre Juan. Inmediatamente juan se levanta y le corresponde el saludo.
-Hola -y
estirando las palabras prosigue- J u l i
o –y mirando a Julio de cabeza a pie prosigue- pero que gordo estassss, santo
cielos ¿qué tiempo tenemos sin hablarnos?
Una risa
forzada salió de los labios de julio mientras se sentaba y tocaba su abdomen:
-Ya sabes, me alimento bien, y tres años mayor que tú aun me hacen ver más
joven, no me hacen ver tan viejo -y luego más serio continuó- pero la ansiedad
me va a hacer estallar, producto de esta triste situación por la que he
atravesado, la angustia y preocupación me causa mucha ansiedad y como a toda
hora.
Ya sentado
sobre uno de los muebles Julio prosigue, Juan en silencio le escrutaba con la
mirada: -Juan, todo me ha cambiado desde entonces. Una angustia se cierne sobre
mi corazón y un puñal atraviesa mi alma- Juan tratando de ser amable y con una
voz apacible le dice: -Me lo supongo Julio, no es sencillo estar en la
situación de ustedes, creo que la vida les ha jugado una mala pasada- y mirando
las lámparas del techo prosigue: -solo si tuviéramos el poder, la manera de
solucionar esto y esclarecer todo. Se haría más fácil, pero queda la angustia y
la tristeza que esperamos que desaparezca por completo algún día. Ambos amigos
siguen conversando durante unos minutos.
Al momento,
el olor a café recién colado invadió la estancia y luego de unos breves minutos
doña Juliana se presentó con una bandeja que tintinaba, abarrotada de galletas,
tres tazas y una jarra, todo de porcelana blanca, con bordes dorados y unas
garzas estampadas en cada uno de los objetos. Julio le recibe la bandeja, la
coloca sobre la mesa que está en medio de los muebles y sirve el café. Doña Juliana,
recibiendo la taza sonríe y pregunta a Juanjo: -Hijo y ¿qué has hecho?, cada
mañana mientras riego las plantas, veo que te montas en un auto.
Juanjo,
haciendo pausa entre galleta y café le contesta: -Si doña Juliana, cada mañana un
amigo, Reinaldo, pasa por mí y aparte que trabaja en la misma empresa que yo, me
da la cola- tras un sorbo de café prosigue- Estoy estudiando en la universidad
diseño y ya sabe entre fiestas y más fiestas disfrutando el momento-
Julio que
se servía por segunda vez café añade: -Si lo supiera yo, ¿recuerdas las fiestas
que disfrutamos, las trasnochadas y parrandas? Juanjo riendo asiente, mientras
deposita su taza sobre la mesa y añade: -si julio, para ese entonces no tenías
la voluptuosidad que ahora te adorna- ambos rieron. Y Doña Juliana agrega: -y
mis noches de preocupación no paraban-
Luego de un
rato de charlas y risas, doña Juliana recoge la bandeja y se retira
despidiéndose de Juan. Julio le ayuda y de camino a la cocina le pregunta:
-¿Vas a salir mamá?- ella le responde: -Si hijo, voy a la hora santa antes de
la misa, ¿tú por fin vas? –No creo mamá, no sé a qué hora se valla Juan, de
pronto llegue sólo a la misa- la doña ya dispuesta a lavar los platos le repica:
-Pero invítalo, desde que ambos hicieron la primera comunión no los veo por la
Iglesia!!- Julio que ya salía de la cocina le responde: -no sé mamá, ya sabes
cómo es Juanjo, de pronto ya tenga algo que hacer- y al final se retira de la
cocina.
Mientras
tanto, Juan seguía en la sala, en su minucioso reconocimiento. Observa unos
portarretratos y en uno de ellos presta atención a la foto del matrimonio de
Julio y Maricarmen y recuerda la boda y que él fue uno de sus padrinos. Sigue
mirando y entre los demás portarretratos ve una foto muy particular: Estaba
Maricarmen sentada con un vestido blanco semitransparente que dejaba ver su abultada
barriga de embarazada y al lado de ella estaba de pie Julio igual vestido de
blanco; al parecer era la foto del babysahwer, sus rostros reflejaban todo un
poema de alegría y regocijo. Al pie de la foto escrito con letra cursiva decía:
“En la dulce espera de María Esperanza”
mientras miraba fijamente la fotografía y la tomaba entre sus manos recordó lo
sucedido aquel jueves.
Julio
esa mañana había salido como era costumbre a su empleo en el supermercado del
centro de la ciudad, este quedaba a escasos cinco minutos de la pequeña casa
que habían alquilado. Esta quedaba en una avenida angosta precedida de otras
casas iguales en arquitectura, unas ocupadas y otras aun en alquiler. Se notaba
que habían sido construidas para el alquiler, más no para venderlas.
Hacían
ya siete meses que Julio y Maricarmen se habían mudado; la pequeña casa era
perfecta para recién casados, constaba de sala de baño, un cuarto amplio, una
pequeña sala con cocina y comedor, un lavadero en la parte trasera y un
pequeñísimo porche.
Al
salir Julio, Maricarmen vuelve a cerrar la puerta y retorna a la habitación. La
voluptuosidad de su vientre le hacía jadear un poco cuando caminaba mucho o a
pasos acelerados. Decide recostarse un rato antes de levantarse a realizar los
quehaceres del hogar. Su cuerpo se había transformado totalmente, no se
quejaba, pensaba en los tres años de intentos fallidos para embarazarse hasta
lograr concebir.
Maricarmen
lucía una cabellera que le llegaba a los hombros, color rojo borgoña que tanto
le gustaba a Julio, de ojos marrón miel, labios abultados y con una suave piel
morena clara. Era muy amiga de estar bien arreglada, ella se decía que el
momento de dar a luz a su hija no le iba a agarrar desprevenida y mal
arreglada, por ello casi siempre estaba elegantemente maquillada y peinada,
aunque algunas veces se hacía una especie moño en el cabello al que ella
llamaba “la vuelta”. Antes de figura
esbelta y caderas pronunciadas, ahora era casi una pelota que casi prefería
rodar antes que caminar. Ya eran casi nueve meses de embarazo.
El
crujir del estómago le despierta, eran casi las nueve de la mañana, se asea y
cambia de ropa. Desde que estaba embarazada, comía a toda hora. El médico le
decía que era normal ya que comía por dos. Sale de la habitación y se dirige a
la pequeña cocina, allí pone a calentar parte del desayuno que había hecho en
la madrugada para que su esposo comiera antes de irse. Retira el sartén del
fuego, se sirve y en una taza más pequeña sirve el resto, lo tapa y deja sobre
la nevera, luego enciende la radio y se sienta desayunar. Entre sorbo de café y
jugo de guayaba acaba con los huevos revueltos y croasan salados que había
preparado.
Mientras
se levantaba, la vos de una señora sonaba en la entrada de la casa. –Señora
Maricalmen, buenos días, soy yo Miria- tras veces llamó en un tono no tan alto
pero si insistente. Maricarmen que se disponía a lavar los platos, se dirigió a
la entrada y se asomó y notó que era Miriam, una señora de color muy oscuro,
cabello entumecido, alta y muy delga, vestía un jeans más blanco que azul lleno
de remiendos pero limpio, unas sandalias y una blusa blanca manga corta con encajes
en las mangas, un pequeño bolso le guindaba de un hombro al cual se aferraba
mientras llamaba.
Maricarmen
levantando la cortina dice: -Hola Mirian, buenos días. Discúlpame que no te
avisará pero hoy no tengo mucho que limpiar en la casa, mejor será la semana
que viene o el lunes- la señora se acerca a la ventana y explayando los ojos le
responde: -Señora Maricalmen, como va a decil eso si tengo una semana que no le
limpio la casa, debe de habel mucho sucio y polvo, eso no le cae bien a la bebe,
-y bajando la mirada y el tono de vos prosigue- además ya sabe que necesito el
trabajito pa compral mis cosas-
Maricarmen
le interrumpe diciendo: por eso no te preocupes Miriam, acá tienes tu desayuno
y esto es un dinerito para tus cosas. La casa me ayudo ayer mi cuñada a
limpiarla, ya sabes que esta enorme barriga no me deja hacer casi nada- y
quitando el pasador de la ventana de vidrio, la abre y le pasa la taza que
había colocado sobre la nevera y unos billetes bien doblados. Y explayando aún
más los ojos, Miriam le recibe y dice: -Pero, señor Maricalmen, como me va a pagal
sin trabajale, que pena con usted- Maricarmen le responde sonriendo mientras
toca su voluptuoso vientre: -No se preocupe señora Miriam, ya cuando llegue María
Esperanza, me será de mucha ayuda- la señora después de repetir gracias muchas
veces se retiró. Maricarmen se volvió a sus cosas y quehaceres del hogar.
Aunque
era muy poco lo que hacía, se dispuso a preparar el almuerzo para Julio, ya que
venía cada día a almorzar. Abrió la nevera y sacó lo necesario y al momento las
ollas y paila dejaban salir vapores con aroma a delicias. Eran casi las once y
media de la mañana cuando Maricarmen ya casi había terminado con el almuerzo,
se sentó un momento a descansar mientras esperaba a que la comida estuviera ya
totalmente lista.
Julio
llegó como cada día a las doce y diez minutos. Ambos degustaron del almuerzo,
charlaron un rato mientras Julio no cesaba de acariciar el vientre abultado de
Maricarmen. Ambos le hablaban y le contaban a la bebe lo feliz que les hacia su
pronta llegada. Casi a la una de la tarde, Julio se despide de su esposa y
retorna al trabajo. Maricarmen le despide con un sonoro beso en la puerta de la
casa e inmediatamente cierra, ya que a esa hora se tornaba muy solitario el
lugar.
Al
momento se dirige al baño y mientras esta allí, alguien comienza a llamar
insistentemente: -señoraaaa, señoraaaa, hay alguien en casaaaa, por favor
abraaa- mientras le daba golpes a la puerta de metal. Maricarmen escucha la
algarabía y se perturba, sale a paso apresurado de la habitación, el golpeteo y
los gritos de llamada prosiguen en aumento.
Levanta
la cortina y observa a una señora mayor, de cabello amarillo ondulado, toda desgreñada
y con un protuberante lunar en la barbilla, sudorosa, de aspecto blancuzco y muy
pálida. La señora al ver que Maricarmen se asoma abriendo la ventana, se
abalanza a esta y la mano ensangrentada la logra meter por la pequeña abertura
de la ventana apretando su antebrazo y llenando de sangre la morena piel de
Maricarmen, diciéndole apresuradamente:
–Por favor, tenga piedad de mí, me han
atracado y logré escaparme de los ladrones, ahora ellos me están persiguiendo–
Maricarmen
siente la fría sangre, hace para soltarse mientras la mujer se aferra aun más. La
sangre chorreaba por la ventana y el vidrio se había manchado excesivamente.
Esto le altera más, sintió que el mismo susto le llego a la bebe que tenía en
su vientre, la barriga se le puso tensa, la bebe se inquietó mucho y ella
parecía comenzar a marearse.
En
medio de la agitación, los gritos de la señora y sin pensarlo mucho, abrió la
puerta. En tan solo fracciones de segundos, dos hombres estaban detrás de la
señora. Uno era muy delgado, alto, de cabello cobrizo y algo largo, tenía los
ojos enrojecidos al igual que la nariz; el otro era bajo y fornido, de cabeza
rapada y un tanto deforme, tenía un sarcillo en una de sus orejas y un tatuaje
de murciélago que le rodeaba la muñeca derecha. Mientras el flaco miraba hacia
los lados, el otro empujó bruscamente a la mujer al interior de la pequeña casa.
Maricarmen era un manojo de nervios y cada vez se le hacía todo confuso, los
latidos de su corazón sonaban en su cabeza y sentía cada vez más pesada la
abultada barriga.
El
hombre con pistola en mano cierra la puerta, la mujer inmediatamente se acerca
a Maricarmen para agarrarla, ella presa
del miedo notó que la mujer no estaba cortada y que ahora tenía otro semblante
al de hacía unos instante. Quiso gritar pero las palabras no le salían, como
pudo camino hasta la cocina recostándose en la nevera, sentía que todo le daba
vuelta, -la mujer se la abalanzaba como sombra en la carretera- trató de
apoyarse en la mesa y tumbó todo lo que había en ella. El hombre fornido a paso
lento se le acercó y dijo con tono seseante: -no te resistas, ¿o prefieres que
le hagamos daño a María Esperanza? – Los nervios y la desesperación invadían a
Maricarmen que en un gesto de desesperación hacía para proteger su bebe
abrazándose la barriga-
Al
momento es tomada por los brazos por sus captores, los ojos de Maricarmen se
exaltaron, sus pupilas estaban muy dilatadas y su asombro era cada vez peor,
sentía su barriga muy pesada y cada vez se le hacía imposible sincronizar los
movimientos. El lugar donde le había caído la supuesta sangre se le había enrojecido
y afloraron sendas ronchas. Mientras intentaba alejarse tumbó todo lo que había
sobre la cocina, quería hacer el mayor ruido posible, pero todo se le hacía muy
confuso, podía sentir los latidos de su corazón, la respiración se le hacía
difícil, percibía el horror por el que pasaba su bebe, comenzó a llorar
queriendo hablar pero solo balbuceaba unas palabras, la resequedad de su boca
se lo impedía.
Al
fin quedó quieta, ya no se movía producto de la fuerte droga que ataca el
sistema nervioso y la motricidad. Solo la angustia por su bebe le hacía botar
gemidos de llanto y desesperación inaudibles. La mujer pelo amarillo, la
levanto, le arreglo la ropa y limpio. El hombre fornido la tomó en sus brazos. Afuera
sonó una corneta, precedido de un silbido ondulado y alargado repetido tres
veces. Esa era la señal del hombre flaco alto. Había llegado una camioneta
thaohe blanca, de vidrios oscuros y cauchos muy altos. El hombre flaco y alto
se asomó por el vidrio ensangrentado diciendo: -Es el momento, llego la camioneta-
Esas fueron las últimas palabras que escucho Maricarmen, ya no era consciente
de lo que escuchaba. Tras cerrar la puerta de la casa, todos se embarcaron en
la camioneta y está salió como disparo de escopeta, ni siquiera los árboles se
movían ante tal alboroto.
Ya
dentro de la camioneta Maricarmen solo escuchaba el cuchicheo de sus captores. No
lograba entender. Sintió un fuerte y agudo pinchazo en su brazo derecho y al
rato perdió el conocimiento. Se despertó por el frio que le agujereaba la piel.
Notó que estaba sin ropa interior, miro la lámpara que colgaba del techo y el
suero que le entraba por las venas. Estaba con una pequeña bata celeste sobre
una camilla con las piernas al aire. El susto y la angustia volvió a su
corazón, las manos las tenía atadas a cada lado y sentía un vacío y fuerte
ardor en su vientre. Su bebe ya no estaba allí.
Comenzó
a gritar: - mi bebe, mi bebee, mi bebeee- se movía como queriéndose soltar pero
entre las amarras y el dolor en su vientre se le hacia imposible moverse con
más fuerza. Al instante salió un enfermero con el rostro cubierto y sin la
menor atención a Maricarmen, inyecto un líquido amarillento en la bolsa de
suero. Maricarmen observándolo y entre gritos le dice:
-Señor,
señor, por favor ayúdeme!!! Alguien me ha robado a mi bebe- El enfermero ni le
miró y prosiguió en lo que hacía.
Maricarmen volvió a perder el conocimiento entre gemidos e intentos por
soltarse.
Eran
las cuatro de la tarde, cuando un auto negro, de vidrios oscuros y sin placas
llegó silenciosamente a la emergencia del Hospital de la Ciudad, se detuvo y
abrió una de sus puertas traseras, de ella cayó una mujer semi desnuda, con una
bata celeste y toda ensangrentada. Al instante el auto salió a toda velocidad.
La gente se alboroto toda y agolpo en torno a la mujer. Entre gritos y
cuchicheos la llevaron dentro de la emergencia.
Juanjo,
volvió en si al llegar Julio a la sala y vuelve a colocar el portarretrato en
su lugar. Ambos prosiguen su charla. Julio le dice mirando el portarretrato que
había dejado Juanjo: -esa es una hermosa fotografía, llena de mucha alegría y
hermosos recuerdos- Juanjo sentándose le interrumpe: -sí, ambos se notan muy
felices-
-¿Y cómo no
estarlo Juan? Fueron tres años de intentos, de pérdidas y desesperanzas, de
llantos, de discusiones, tratamientos médicos. Y luego cuando lo tienes casi en
tus manos… desaparece, se lo llevan. Alguien que estaba en nuestra misma
situación pero con mucho dinero y que le da el poder, prefirió salir al jardín
de la humanidad y pagar para tener un bebe. El poder del dinero. Casualidad,
nos tocó a Maricarmen y a mí-
-Una vez leí- dice Juanjo -que el conocimiento es
poder, el dinero es poder, la fuerza es poder. Pero… yo digo, ¿de qué vale el
poder sin conciencia de lo malo o bueno? ¿Sin la conciencia de que muchas veces
con nuestros caprichos de alegría causamos grandes daños? Sin esta sabiduría el
poder se desvirtúa y ya no es poder.
Julio que se miraba sus manos mientras las abría y
cerraba, le interrumpe: -Si Juanjo, el poder mueve el mundo y también lo
detiene. El poder abre y cierra puertas, construye y destruye, el poder hace
nacer niños y también los desaparece. ¡El poder es poder! Y esto trae consigo
muchas implicaciones, deseos, anhelos y tristezas. Por ello, como nos ha dicho
mi madre, debemos tener sumo cuidado con el poder, ya que lo podemos poner a
nuestra merced y hacer de él lo que no es-
Tras un largo suspiro Juan le dice: -Bendito poder!!! -¿Pero que han dicho las autoridades?- Julio moviendo las manos en círculos le contesta: -Nada Juan, no hay rastros de la bruja del lunar, ni de los dos hombres que la acompañaron, están desaparecidos. Deben ser muy profesionales, ya que usaron una droga muy fuerte: espocolamina, el simple roce te deja análogo, pierdes el control de ti mismo y la motricidad, por ello fue tan fácil llevarse a Maricarmen- Juanjo, asentía con un vaivén de cabeza todo lo que escuchaba de los labios de Julio.
Julio
decidió cambiar de tema y le propuso a Juan, salir y dar una vuelta. Eran las
cuatro y media de la tarde cuando ambos salieron. Caminaron unos metros hasta
llegar a una casa muy sobria, de rejas negras y una pequeña puerta al lado del
garaje. Entraron por ella y llegaron al patio trasero de la casa que estaba convertido
en una especie de tasca. El lugar estaba casi vacío, se sentaron en una de las
mesas, pidieron par de cervezas y continuaron su plática. La noche no tardó en
caer y la algarabía de la gente no se hizo esperar.
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