LA LLUVIA II.

22:35


 Sábado

El olor como invitado inoportuno invadía el espacio intangible del cuarto de Juanjo, él echado sobre su cama dormía de lo más placentero, pero su estómago como león rugiente hacia caso de lo que percibía su olfato, ¡comida! Juanjo, que aún tenía la ropa del día anterior, giro sobre su cama y entre dormido y despierto, comenzó una batalla mental entre levantarse y comer o simplemente dormir. Eran pasada las 9 de la mañana, el frio matinal comenzaba a desaparecer dando paso al calor ya acostumbrado. Su mamá estaba en la cocina haciendo sus faenas y preparando ya el almuerzo. Su papá, frente al televisor veía el resumen de los deportes de la semana.

El hambre superaba las ganas de dormir, así que Juanjo se levanta y se sienta en su cama, mira el desastre de habitación, enciende su ordenador y se dirige al baño mientras se quita la ropa para asearse, al salir se instala frente a su ordenador, se frota los ojos y ve el reloj detenido. Abre su correo y se da cuenta que tiene 3 mensajes de los cuales 2, los borra sin leer, el tercero lo abre, era de un conocido-cliente, le había hecho el diseño de una tarjeta y este le respondía:

 

Muchas gracias hermano, excelentes diseños. El modelo dos ponerlo en la misma posición que el tercero, y agregarle la información que le falta, para imprimirlas de las dos formas: unas horizontal y otras vertical, ambas con el mismo diseño. El error está en la palabra en latín "corpues" la palabra correcta es “Corpus Christi”. Cualquier cosa me avisas, nuevamente mil gracias. Buenas noches.

Mientras lee, piensa: “Supiera yo acaso latín”. Da al icono para ejecutar el programa de diseño y se levanta. Se estira y coloca una franela, se calza las cotizas y por fin sale del cuarto. La luz inundaba la sala de su casa y las pupilas de sus ojos disminuyeron ante tanta claridad, avanzó arrastrando su humanidad hasta el comedor.

La madre extrañada dice: -Hijo!!! ¿Qué haces despierto a esta hora? Lo abraza y da un beso, Juanjo como gato ronronea diciendo: -Es que el hambre me tortura.

Volviendo a lo suyo la mamá le dice: -Ayer, bueno esta mañana llegaste muy temprano, ten cuidado Juancito, sabes bien como están las cosas de peligrosas hoy en día.

-Si mamá, tienes razón, Reinaldo me trajo hasta casa en su auto. Nos reunimos cerca de la Universidad un nutrido grupo de amigos. Mucha alegría, tu sabes bien como son los viernes en la universidad!!!

Mientras habla, su madre le prepara un suculento desayuno acompañado de una taza de café, Juanjo lo engulle todo en un santiamén, se levanta y dirige a la sala donde está su papá, ahora leyendo la prensa.

-hola papá, ¿qué dicen de los tigres de la selva?

-hola hijo, Dios te bendiga. Extraño verte a esta hora despierto. ¿De los tigres? –sonriendo prosigue- sabes que juegan como nunca y pierden como siempre – mientras suelta una risita irónica-

Juanjo, leyendo los titulares de la prensa le increpa–no digas eso papá, muy bien sabes que es el mejor equipo de la temporada!!!

El papá frunciendo el ceño y levantando una de sus pestañas sacude el periódico diciendo: -por lo menos, mi equipo ya clasifico para la final, no creo que “tu equipo” logre acumular los puntos necesarios!!! –ah papá, no seas iluso, tu “equipo” los Peces del Pacifico, serán el alimento de mis Tigres, ya lo verás!!!

+++

Mientras padre e hijo discutían sus posturas deportivas, su mamá se afanaba en los quehaceres del hogar. Un olor a comida hogareña impregnaba cada rincón de la casa. Esta, no era tan grande, pero si lo suficiente como para vivir cómodamente. Tenía un porche adornado de varias plantas, sala amplia decorada con unos muebles muy antiguos estilo Luis XV, y que al parecer son una herencia familiar junto con unos cuadros con marcos repujados y embarnizados por el polvo. Tres habitaciones cada una con sus servicios y una cocina con un mini comedor. En la parte trasera, una enramada y amplio patio abarrotado de plantas.

Juanjo era hijo único, aunque compartió su niñez con Antonio Felipe, hijo de una hermana de su mamá que había fallecido víctima de un cáncer terminal; su familia poco a poco le había hecho frente a la vida, gracias al esfuerzo y trabajo de todos. Cerca vivían algunos familiares maternos con los cuales creció junto al génesis del Barrio la providencia. Juanjo siempre quiso saber el porqué del nombre del barrio, hasta ahora nadie le había dado respuestas.

Su papá el señor Sixto José Urdaneta Bello, era el mayor de cinco hermanos, provenía de una familia colonial que vivía en el casco histórico de la ciudad. Sus padres, habían fallecido escasos dos años, los recordaban con mucha alegría y cada cierto tiempo Juan lo acompañaba al cementerio. Su mamá la señora María Sacramento Farías, provenía de un pueblo llamado San Felipe, quedaba muy retirado de la ciudad. Esta lo visitaba en Semana Santa y en algunas ocasiones en agosto para las festividades de Santa Rosa de Lima. Pero desde que comenzó a trabajar a Juanjo le quedaba poco tiempo para visitarlos. Además eran casi cinco horas de viaje en autobús.

Hacía dos años que Antonio Felipe se había mudado al pueblo de donde era su mamá, se fue a vivir a la casa que en antaño era de su madre ya que estaba abandonada. Antonio, siendo bachiller, había encontrado trabajo y una novia, junto a ella decidió iniciar una nueva vida alejado de la populosa e insegura ciudad.

+++

La hora del almuerzo llegó y la familia se sentó a degustar de los exquisitos platos que había preparado la abnegada madre. Todo lo servido desapareció inmediatamente, Juanjo engullía como velociraptor a su presa, cada plato que se le servía.

–Pareciera que tuvieras días enteros sin comer hijo- le replica el papá, mientras este se levanta a retirar los platos.

Juanjo, haciendo una pausa entre mordida y tragada le repica: –Bueno papá, de lunes a viernes como comida recalentada y no es lo mismo; definitivamente, esta tiene un sazón típico de mamá-

Mientras la mamá, que había terminado también de comer, sonriendo le dice: - Come hijo, lo hice con mucho cariño para ti-

Después de la comelona del almuerzo, los tres se sentaron en el porche a degustar un café, mientras se ponían al día con los acontecimientos del barrio.

Juan Josué, mientras servía las tasas de café, le pregunta a su madre:

-Mamá, dame razón de María Julia Aguedo, tengo tiempo sin verla, anteriormente nos topábamos cuando me tocaba agarrar transporte público para ir a trabajar, pero desde que me da la cola Reinaldo, no la he visto más. ¿Por fin en que quedó con lo de su hermano y la esposa?

Su mamá, acomodándose en la silla y recibiendo la tasa de café que le pasa su esposo, inicia su tertulia:

-Bueno hijo, desde ese fatídico día, en esa casa hay mucha tristeza. De vez en cuando les visita el Padre Ignacio junto a los de la legión de María, pero han sido tres meses, sino me equivoco, de llanto y dolor-

Juanjo, con la vista clavada en el piso y ya con poco café en su taza, recordó lo que le había sucedido a sus vecinos, mientras escuchaba el parlotear de su madre:

Julio Carlos Aguedo, el hermano de María Aguedo, se había casado con Maricarmen Perdomo que vivía en los fondos de la escuela del barrio. Ellos luego de casi tres años de casados seguían sin poder concebir; luego de tantos intentos y suplicas sus oraciones fueron escuchadas y Maricarmen logró quedar en estado. La alegría invadió el corazón de su familia y Julio Carlos brillaba de felicidad. Alquilaron una pieza cerca del mercado de la ciudad y allí comenzaron a darle amor a su bebe. El ecograma arrojo que era una niña, María Esperanza se llamaría.

Todo cambió en el noveno mes del embarazo, esa mañana Julio salió a trabajar como cada día y se despidió de su esposa. Le avisan que lo llaman por teléfono, peor que se cortó la llamada, al parecer era su hermana o esposa diciendo que pasará rápidamente por su casa, algo había sucedido. Este inmediatamente sale de su trabajo, llega a la pieza que habían alquilado, encuentra todo patas arriba y un desastre peor en la cocina, busca, llama y no encuentra a nadie. Se imagina que ya su esposa le había llegado el momento de dar a luz. Llama a su hermana, y esta le informa que está en el hospital con su esposa, Julio se apresuró en llegar al hospital.

Al entrar se encontró a varios parientes, todos apesadumbrados, cosa que le altero más aun, por fin encuentra la habitación unos policías van saliendo de ella, cosa que le extraño, y al entrar encuentra a su esposa pálida como el papel, aruñada, la cara roja y sin la protuberante barriga. Su hermana María y el hermano de su esposa estaban en la habitación, con ojos llorosos y un nudo en su garganta pregunta temerosamente Julio: -¿Que sucede?

Este pensamiento paso en fracciones de segundo por la mente de Juanjo, tomó nuevamente un sorbo de café, mientras que el bullicio del chatarrero alerto a su mamá. Esta se levantó velozmente, llamando a su esposo:

-Apresúrate Sixto, para ver si logramos votar y vender este poco de chatarra que tenemos en el fondo-

El señor Alberto, se levantó y salió a la acera para llamar al chatarrero, la mamá de Juanjo, ya traía en mano las llaves del portón del garaje, al rato los chatarreros sacaban una gran cantidad de “chatarra” del fondo de la casa. Juanjo se levantó, recogió las cosas del café y las llevó a la cocina, mientras lavaba los pocillos no dejaba de pensar en Julio y recordaba la pregunta que le había hecho el señor José ayer ¿qué hace feliz al hombre? Y pensaba en lo feliz que era la pareja escasos deis meses atrás y que ahora estaban sumidos en una tristeza enorme. No todo es bailar, salir, mujeres, hay otras cosas más serías.

Al momento entraron por la puerta de la cocina sus padres, su madre guardo debajo del microondas el dinero que había ganado vendiendo la chatarra y decía en un tono preocupada: -Ya no estas para estar haciendo maromas Urdaneta, yo te lo dije, pero tú eres muy terco-

Juanjo ve a su papá ir directo a la habitación. Y pregunta: -¿Que sucede mamá? ¿Cuánto le dieron por la chatarra?

-Nos dieron una tontería, que para algo sirve y sucede que tu padre, se puso a ayudar a sacar la chatarra, yo le insistí en que dejara así, que allí estaban los chatarreros, pero el insistió y se puso a ayudarle, al ratico de haber comenzado a ayudar se puso pálido y tubo que sentarse en el brocal de la acera, al parecer se la bajo la tensión-

Juanjo con vos irónica sonriendo le dice: -Es que no sé quién es más terco, el o mi madre-

La mamá le miró de reojo, mientras seguía a su esposo a la habitación, con un vaso de agua fría y unas pastillas.

Juanjo entro a su habitación, se sentó frente a su ordenador, edito el diseño de su cliente y lo envió inmediatamente al correo. Decidió ir a visitar a Julio y Maricarmen, ellos desde lo sucedido hace tres meses, estaban viviendo en casa de los padres de Julio que estaba diagonal a su casa, se cambió de ropa y salió a la calle. El sol se erguía en un cielo límpido de nubes en una quietud ahuyentada por el zumbido de los autos al pasar. Cruzó la calle y al instante estaba en el portón de la entrada de la casa de los Aguedo, recordaba que esta había sido una de las primeras casas que construyeron de material y frisada junto a toda su cerca, ésta parecían olas del mar coronadas de barras de metal separada por pilares, aunque se notaba que era de construcción antigua, no dejaba de ser hermosa.

Juan José dio un silbido y al rato salió una señora ya avanzada en edad, alta y delgada, de cabello largo y muy negro; Juan le gritó desde la entrada:

-Hola doña Juliana, ¿cómo está?, soy yo Juan, el hijo de Sacramento- la señora acercándose a pasos lentos le abre el portón y explayando sus azulados ojos coronados de cataratas, le dice efusivamente: -Hola Juancito, muy bien gracias al Creador!!! ¿Cómo estás? ¡Caramba que de tiempo que no pasabas por aquí!- ambos se dieron un abrazo y la señora tomó a Juan por un brazo para apoyarse al caminar.

-Sí, algo de tiempo, -le contestó Juanjo mientras le tomaba de las manos- usted sabe el trabajo absorbe mucho, estoy bien gracias Doña juliana, ¿estará por allí Julio y Maricarmen?

Luego de haber entrado a la sala y después de haberse sentados, la señora le responde:

-Está Juliito!!! Maricarmen salió temprano con María, creo que están para el supermercado, ya sabes que la pobre necesita distraerse –y dando un suspiro prosigue- estos han sido unos meses fuertes, ya ni nos quedan lagrimas- la señora levantando la mirada y observando un cuadro que coronaba la estancia prosiguió y como si le hablara al cuadro dijo: -Cuando pensé que ya el dolor había secado las lágrimas de mis ojos después de la muerte repentina de Carlos, sucede esto tan inesperado y horrible-

Juan Josué siguiendo su mirada hasta el cuadro no dijo nada, dio un suspiro, se froto las manos y volvió la mirada a la doña. Evidentemente, Doña Juliana viuda de Villalobos se veía más demacrada en comparación al último recuerdo que tenía Juan de ella.

Bueno Juancito, está bueno de llantos, no quiero aquejarte con nuestras penas, ya tú tendrás tus muchas penas. Juan en un acto de cortesía –de la cual conocía muy poco le responde- No se preocupe Doña Juliana, mi mamá dice que las penas compartidas son más llevaderas, que hay que levantarse como el ave fénix de las cenizas y emprender el vuelo-

-Si Juancito, tu mamá Doña Sacramento muy sabia, pero antes que el ave fénix vuelva a retomar su belleza original y pueda emprender su vuelo, debe esperar y evolucionar poco a poco, paso a paso, como una semilla recién plantada, aguardando a empezar a surgir de algo que ya murió, pero sin volver atrás; pues Juan es eso lo que hemos estamos viviendo nosotros en estos tres meses fatídicos, confió en el Creador que así como levanto a Nuestro Señor Jesucristo del sepulcro, nos levantemos también nosotros el ánimo y la esperanza y la felicidad vuelva a nuestros corazones- luego, doña Juliana frotándose los ojos, se levanta y dirige a una puerta que está detrás de ellos, la abre cuidadosamente y mete la cabeza, una corriente de aire frio salió de ese lugar, se escucha un murmullo y luego un ¡Caramba, si voy enseguida!

Doña Juliana cierra la puerta y dirigiéndose a Juanjo le dice: -Ya escuchaste Juancito, ya viene Julito. ¿Te apetece una taza de café? –Juanjo, haciendo una mueca de cortesía le responde: -Si Doña Juliana, muy agradecido, así recuerdo su sabroso café- Doña Juliana sonríe, y se dirige apaciblemente a la cocina.

Juanjo escaneaba la amplia sala atiborrada de adornos y retratos muy antiguos. Los muebles donde estaba sentado eran de madera tallada, rematados con unas platinas que en algún tiempo eran doras, sobre los muebles unos cojines de pana azul rey. Las paredes empapeladas en un azul pálido con arabescos dorados opacados por el tiempo. Dos lámparas ovaladas y con muchas cuentas de cristal adornaban el techo de la casa.

Una puerta se abrió y de ella salió Julio, no tan alto como Juan, pero ancho y algo regordete como la una “O” mayúscula. Una voz ronca salió de la mole ambulante: -Hola Juan Josué!! ¿Hermano, como estas? Y explayando sus brazos se abalanzo sobre Juan. Inmediatamente juan se levanta y le corresponde el saludo.

-Hola -y estirando las palabras prosigue-  J u l i o –y mirando a Julio de cabeza a pie prosigue- pero que gordo estassss, santo cielos ¿qué tiempo tenemos sin hablarnos?

Una risa forzada salió de los labios de julio mientras se sentaba y tocaba su abdomen: -Ya sabes, me alimento bien, y tres años mayor que tú aun me hacen ver más joven, no me hacen ver tan viejo -y luego más serio continuó- pero la ansiedad me va a hacer estallar, producto de esta triste situación por la que he atravesado, la angustia y preocupación me causa mucha ansiedad y como a toda hora.

Ya sentado sobre uno de los muebles Julio prosigue, Juan en silencio le escrutaba con la mirada: -Juan, todo me ha cambiado desde entonces. Una angustia se cierne sobre mi corazón y un puñal atraviesa mi alma- Juan tratando de ser amable y con una voz apacible le dice: -Me lo supongo Julio, no es sencillo estar en la situación de ustedes, creo que la vida les ha jugado una mala pasada- y mirando las lámparas del techo prosigue: -solo si tuviéramos el poder, la manera de solucionar esto y esclarecer todo. Se haría más fácil, pero queda la angustia y la tristeza que esperamos que desaparezca por completo algún día. Ambos amigos siguen conversando durante unos minutos.

Al momento, el olor a café recién colado invadió la estancia y luego de unos breves minutos doña Juliana se presentó con una bandeja que tintinaba, abarrotada de galletas, tres tazas y una jarra, todo de porcelana blanca, con bordes dorados y unas garzas estampadas en cada uno de los objetos. Julio le recibe la bandeja, la coloca sobre la mesa que está en medio de los muebles y sirve el café. Doña Juliana, recibiendo la taza sonríe y pregunta a Juanjo: -Hijo y ¿qué has hecho?, cada mañana mientras riego las plantas, veo que te montas en un auto.

Juanjo, haciendo pausa entre galleta y café le contesta: -Si doña Juliana, cada mañana un amigo, Reinaldo, pasa por mí y aparte que trabaja en la misma empresa que yo, me da la cola- tras un sorbo de café prosigue- Estoy estudiando en la universidad diseño y ya sabe entre fiestas y más fiestas disfrutando el momento-

Julio que se servía por segunda vez café añade: -Si lo supiera yo, ¿recuerdas las fiestas que disfrutamos, las trasnochadas y parrandas? Juanjo riendo asiente, mientras deposita su taza sobre la mesa y añade: -si julio, para ese entonces no tenías la voluptuosidad que ahora te adorna- ambos rieron. Y Doña Juliana agrega: -y mis noches de preocupación no paraban-

Luego de un rato de charlas y risas, doña Juliana recoge la bandeja y se retira despidiéndose de Juan. Julio le ayuda y de camino a la cocina le pregunta: -¿Vas a salir mamá?- ella le responde: -Si hijo, voy a la hora santa antes de la misa, ¿tú por fin vas? –No creo mamá, no sé a qué hora se valla Juan, de pronto llegue sólo a la misa- la doña ya dispuesta a lavar los platos le repica: -Pero invítalo, desde que ambos hicieron la primera comunión no los veo por la Iglesia!!- Julio que ya salía de la cocina le responde: -no sé mamá, ya sabes cómo es Juanjo, de pronto ya tenga algo que hacer- y al final se retira de la cocina.

Mientras tanto, Juan seguía en la sala, en su minucioso reconocimiento. Observa unos portarretratos y en uno de ellos presta atención a la foto del matrimonio de Julio y Maricarmen y recuerda la boda y que él fue uno de sus padrinos. Sigue mirando y entre los demás portarretratos ve una foto muy particular: Estaba Maricarmen sentada con un vestido blanco semitransparente que dejaba ver su abultada barriga de embarazada y al lado de ella estaba de pie Julio igual vestido de blanco; al parecer era la foto del babysahwer, sus rostros reflejaban todo un poema de alegría y regocijo. Al pie de la foto escrito con letra cursiva decía: “En la dulce espera de María Esperanza” mientras miraba fijamente la fotografía y la tomaba entre sus manos recordó lo sucedido aquel jueves.

Julio esa mañana había salido como era costumbre a su empleo en el supermercado del centro de la ciudad, este quedaba a escasos cinco minutos de la pequeña casa que habían alquilado. Esta quedaba en una avenida angosta precedida de otras casas iguales en arquitectura, unas ocupadas y otras aun en alquiler. Se notaba que habían sido construidas para el alquiler, más no para venderlas.

Hacían ya siete meses que Julio y Maricarmen se habían mudado; la pequeña casa era perfecta para recién casados, constaba de sala de baño, un cuarto amplio, una pequeña sala con cocina y comedor, un lavadero en la parte trasera y un pequeñísimo porche.

Al salir Julio, Maricarmen vuelve a cerrar la puerta y retorna a la habitación. La voluptuosidad de su vientre le hacía jadear un poco cuando caminaba mucho o a pasos acelerados. Decide recostarse un rato antes de levantarse a realizar los quehaceres del hogar. Su cuerpo se había transformado totalmente, no se quejaba, pensaba en los tres años de intentos fallidos para embarazarse hasta lograr concebir.

Maricarmen lucía una cabellera que le llegaba a los hombros, color rojo borgoña que tanto le gustaba a Julio, de ojos marrón miel, labios abultados y con una suave piel morena clara. Era muy amiga de estar bien arreglada, ella se decía que el momento de dar a luz a su hija no le iba a agarrar desprevenida y mal arreglada, por ello casi siempre estaba elegantemente maquillada y peinada, aunque algunas veces se hacía una especie moño en el cabello al que ella llamaba “la vuelta”.  Antes de figura esbelta y caderas pronunciadas, ahora era casi una pelota que casi prefería rodar antes que caminar. Ya eran casi nueve meses de embarazo.

El crujir del estómago le despierta, eran casi las nueve de la mañana, se asea y cambia de ropa. Desde que estaba embarazada, comía a toda hora. El médico le decía que era normal ya que comía por dos. Sale de la habitación y se dirige a la pequeña cocina, allí pone a calentar parte del desayuno que había hecho en la madrugada para que su esposo comiera antes de irse. Retira el sartén del fuego, se sirve y en una taza más pequeña sirve el resto, lo tapa y deja sobre la nevera, luego enciende la radio y se sienta desayunar. Entre sorbo de café y jugo de guayaba acaba con los huevos revueltos y croasan salados que había preparado.

Mientras se levantaba, la vos de una señora sonaba en la entrada de la casa. –Señora Maricalmen, buenos días, soy yo Miria- tras veces llamó en un tono no tan alto pero si insistente. Maricarmen que se disponía a lavar los platos, se dirigió a la entrada y se asomó y notó que era Miriam, una señora de color muy oscuro, cabello entumecido, alta y muy delga, vestía un jeans más blanco que azul lleno de remiendos pero limpio, unas sandalias y una blusa blanca manga corta con encajes en las mangas, un pequeño bolso le guindaba de un hombro al cual se aferraba mientras llamaba.

Maricarmen levantando la cortina dice: -Hola Mirian, buenos días. Discúlpame que no te avisará pero hoy no tengo mucho que limpiar en la casa, mejor será la semana que viene o el lunes- la señora se acerca a la ventana y explayando los ojos le responde: -Señora Maricalmen, como va a decil eso si tengo una semana que no le limpio la casa, debe de habel mucho sucio y polvo, eso no le cae bien a la bebe, -y bajando la mirada y el tono de vos prosigue- además ya sabe que necesito el trabajito pa compral mis cosas-

Maricarmen le interrumpe diciendo: por eso no te preocupes Miriam, acá tienes tu desayuno y esto es un dinerito para tus cosas. La casa me ayudo ayer mi cuñada a limpiarla, ya sabes que esta enorme barriga no me deja hacer casi nada- y quitando el pasador de la ventana de vidrio, la abre y le pasa la taza que había colocado sobre la nevera y unos billetes bien doblados. Y explayando aún más los ojos, Miriam le recibe y dice: -Pero, señor Maricalmen, como me va a pagal sin trabajale, que pena con usted- Maricarmen le responde sonriendo mientras toca su voluptuoso vientre: -No se preocupe señora Miriam, ya cuando llegue María Esperanza, me será de mucha ayuda- la señora después de repetir gracias muchas veces se retiró. Maricarmen se volvió a sus cosas y quehaceres del hogar.

Aunque era muy poco lo que hacía, se dispuso a preparar el almuerzo para Julio, ya que venía cada día a almorzar. Abrió la nevera y sacó lo necesario y al momento las ollas y paila dejaban salir vapores con aroma a delicias. Eran casi las once y media de la mañana cuando Maricarmen ya casi había terminado con el almuerzo, se sentó un momento a descansar mientras esperaba a que la comida estuviera ya totalmente lista.

Julio llegó como cada día a las doce y diez minutos. Ambos degustaron del almuerzo, charlaron un rato mientras Julio no cesaba de acariciar el vientre abultado de Maricarmen. Ambos le hablaban y le contaban a la bebe lo feliz que les hacia su pronta llegada. Casi a la una de la tarde, Julio se despide de su esposa y retorna al trabajo. Maricarmen le despide con un sonoro beso en la puerta de la casa e inmediatamente cierra, ya que a esa hora se tornaba muy solitario el lugar.

Al momento se dirige al baño y mientras esta allí, alguien comienza a llamar insistentemente: -señoraaaa, señoraaaa, hay alguien en casaaaa, por favor abraaa- mientras le daba golpes a la puerta de metal. Maricarmen escucha la algarabía y se perturba, sale a paso apresurado de la habitación, el golpeteo y los gritos de llamada prosiguen en aumento.

Levanta la cortina y observa a una señora mayor, de cabello amarillo ondulado, toda desgreñada y con un protuberante lunar en la barbilla, sudorosa, de aspecto blancuzco y muy pálida. La señora al ver que Maricarmen se asoma abriendo la ventana, se abalanza a esta y la mano ensangrentada la logra meter por la pequeña abertura de la ventana apretando su antebrazo y llenando de sangre la morena piel de Maricarmen, diciéndole apresuradamente:

 –Por favor, tenga piedad de mí, me han atracado y logré escaparme de los ladrones, ahora ellos me están persiguiendo–

Maricarmen siente la fría sangre, hace para soltarse mientras la mujer se aferra aun más. La sangre chorreaba por la ventana y el vidrio se había manchado excesivamente. Esto le altera más, sintió que el mismo susto le llego a la bebe que tenía en su vientre, la barriga se le puso tensa, la bebe se inquietó mucho y ella parecía comenzar a marearse.

En medio de la agitación, los gritos de la señora y sin pensarlo mucho, abrió la puerta. En tan solo fracciones de segundos, dos hombres estaban detrás de la señora. Uno era muy delgado, alto, de cabello cobrizo y algo largo, tenía los ojos enrojecidos al igual que la nariz; el otro era bajo y fornido, de cabeza rapada y un tanto deforme, tenía un sarcillo en una de sus orejas y un tatuaje de murciélago que le rodeaba la muñeca derecha. Mientras el flaco miraba hacia los lados, el otro empujó bruscamente a la mujer al interior de la pequeña casa. Maricarmen era un manojo de nervios y cada vez se le hacía todo confuso, los latidos de su corazón sonaban en su cabeza y sentía cada vez más pesada la abultada barriga.  

El hombre con pistola en mano cierra la puerta, la mujer inmediatamente se acerca a Maricarmen para agarrarla,  ella presa del miedo notó que la mujer no estaba cortada y que ahora tenía otro semblante al de hacía unos instante. Quiso gritar pero las palabras no le salían, como pudo camino hasta la cocina recostándose en la nevera, sentía que todo le daba vuelta, -la mujer se la abalanzaba como sombra en la carretera- trató de apoyarse en la mesa y tumbó todo lo que había en ella. El hombre fornido a paso lento se le acercó y dijo con tono seseante: -no te resistas, ¿o prefieres que le hagamos daño a María Esperanza? – Los nervios y la desesperación invadían a Maricarmen que en un gesto de desesperación hacía para proteger su bebe abrazándose la barriga-

Al momento es tomada por los brazos por sus captores, los ojos de Maricarmen se exaltaron, sus pupilas estaban muy dilatadas y su asombro era cada vez peor, sentía su barriga muy pesada y cada vez se le hacía imposible sincronizar los movimientos. El lugar donde le había caído la supuesta sangre se le había enrojecido y afloraron sendas ronchas. Mientras intentaba alejarse tumbó todo lo que había sobre la cocina, quería hacer el mayor ruido posible, pero todo se le hacía muy confuso, podía sentir los latidos de su corazón, la respiración se le hacía difícil, percibía el horror por el que pasaba su bebe, comenzó a llorar queriendo hablar pero solo balbuceaba unas palabras, la resequedad de su boca se lo impedía.

Al fin quedó quieta, ya no se movía producto de la fuerte droga que ataca el sistema nervioso y la motricidad. Solo la angustia por su bebe le hacía botar gemidos de llanto y desesperación inaudibles. La mujer pelo amarillo, la levanto, le arreglo la ropa y limpio. El hombre fornido la tomó en sus brazos. Afuera sonó una corneta, precedido de un silbido ondulado y alargado repetido tres veces. Esa era la señal del hombre flaco alto. Había llegado una camioneta thaohe blanca, de vidrios oscuros y cauchos muy altos. El hombre flaco y alto se asomó por el vidrio ensangrentado diciendo: -Es el momento, llego la camioneta- Esas fueron las últimas palabras que escucho Maricarmen, ya no era consciente de lo que escuchaba. Tras cerrar la puerta de la casa, todos se embarcaron en la camioneta y está salió como disparo de escopeta, ni siquiera los árboles se movían ante tal alboroto.

Ya dentro de la camioneta Maricarmen solo escuchaba el cuchicheo de sus captores. No lograba entender. Sintió un fuerte y agudo pinchazo en su brazo derecho y al rato perdió el conocimiento. Se despertó por el frio que le agujereaba la piel. Notó que estaba sin ropa interior, miro la lámpara que colgaba del techo y el suero que le entraba por las venas. Estaba con una pequeña bata celeste sobre una camilla con las piernas al aire. El susto y la angustia volvió a su corazón, las manos las tenía atadas a cada lado y sentía un vacío y fuerte ardor en su vientre. Su bebe ya no estaba allí.

Comenzó a gritar: - mi bebe, mi bebee, mi bebeee- se movía como queriéndose soltar pero entre las amarras y el dolor en su vientre se le hacia imposible moverse con más fuerza. Al instante salió un enfermero con el rostro cubierto y sin la menor atención a Maricarmen, inyecto un líquido amarillento en la bolsa de suero. Maricarmen observándolo y entre gritos le dice:

-Señor, señor, por favor ayúdeme!!! Alguien me ha robado a mi bebe- El enfermero ni le miró y  prosiguió en lo que hacía. Maricarmen volvió a perder el conocimiento entre gemidos e intentos por soltarse.

Eran las cuatro de la tarde, cuando un auto negro, de vidrios oscuros y sin placas llegó silenciosamente a la emergencia del Hospital de la Ciudad, se detuvo y abrió una de sus puertas traseras, de ella cayó una mujer semi desnuda, con una bata celeste y toda ensangrentada. Al instante el auto salió a toda velocidad. La gente se alboroto toda y agolpo en torno a la mujer. Entre gritos y cuchicheos la llevaron dentro de la emergencia.

Juanjo, volvió en si al llegar Julio a la sala y vuelve a colocar el portarretrato en su lugar. Ambos prosiguen su charla. Julio le dice mirando el portarretrato que había dejado Juanjo: -esa es una hermosa fotografía, llena de mucha alegría y hermosos recuerdos- Juanjo sentándose le interrumpe: -sí, ambos se notan muy felices-

-¿Y cómo no estarlo Juan? Fueron tres años de intentos, de pérdidas y desesperanzas, de llantos, de discusiones, tratamientos médicos. Y luego cuando lo tienes casi en tus manos… desaparece, se lo llevan. Alguien que estaba en nuestra misma situación pero con mucho dinero y que le da el poder, prefirió salir al jardín de la humanidad y pagar para tener un bebe. El poder del dinero. Casualidad, nos tocó a Maricarmen y a mí-

-Una vez leí- dice Juanjo -que el conocimiento es poder, el dinero es poder, la fuerza es poder. Pero… yo digo, ¿de qué vale el poder sin conciencia de lo malo o bueno? ¿Sin la conciencia de que muchas veces con nuestros caprichos de alegría causamos grandes daños? Sin esta sabiduría el poder se desvirtúa y ya no es poder.

Julio que se miraba sus manos mientras las abría y cerraba, le interrumpe: -Si Juanjo, el poder mueve el mundo y también lo detiene. El poder abre y cierra puertas, construye y destruye, el poder hace nacer niños y también los desaparece. ¡El poder es poder! Y esto trae consigo muchas implicaciones, deseos, anhelos y tristezas. Por ello, como nos ha dicho mi madre, debemos tener sumo cuidado con el poder, ya que lo podemos poner a nuestra merced y hacer de él lo que no es-

Tras un largo suspiro Juan le dice: -Bendito poder!!! -¿Pero que han dicho las autoridades?- Julio moviendo las manos en círculos le contesta: -Nada Juan, no hay rastros de la bruja del lunar, ni de los dos hombres que la acompañaron, están desaparecidos. Deben ser muy profesionales, ya que usaron una droga muy fuerte: espocolamina, el simple roce te deja análogo, pierdes el control de ti mismo y la motricidad, por ello fue tan fácil llevarse a Maricarmen- Juanjo, asentía con un vaivén de cabeza todo lo que escuchaba de los labios de Julio.

Julio decidió cambiar de tema y le propuso a Juan, salir y dar una vuelta. Eran las cuatro y media de la tarde cuando ambos salieron. Caminaron unos metros hasta llegar a una casa muy sobria, de rejas negras y una pequeña puerta al lado del garaje. Entraron por ella y llegaron al patio trasero de la casa que estaba convertido en una especie de tasca. El lugar estaba casi vacío, se sentaron en una de las mesas, pidieron par de cervezas y continuaron su plática. La noche no tardó en caer y la algarabía de la gente no se hizo esperar.

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