LA LLUVIA III.
22:00El Domingo de Misa
-Siembra
una semilla, riégala, cuídala y ocúpate lo mejor posible de ella. Seguramente
tendrás a su debido tiempo el resultado de una planta hermosa, frondosa y causa
de muchas alegrías. Pero si por algún motivo, dejas de cuidarla y atenderla,
muy pronto veras como muere lentamente hasta desaparecer. Esto mismo pasa con
la VOCACIÓN, si no cuidas de ella jamás cosecharás lo querido. También sucede
con los amigos, si te dedicas a cuidar de ellos, tendrás verdaderos amigos-
Juanjo
sentía que las palabras que pronunciaba el padre Ignacio eran muy chillonas y
que las luces de las lámparas estaban muy fuertes. Eran casi la una de la madrugada
cuando llego a su casa, luego de haberse despedido de Julio. Se habían hecho la
promesa de ir al día siguiente a la misa, promesa de la que Juanjo se estaba
arrepintiendo. Le había costado mucho levantarse, pero finalmente llegó
temprano a la misa. Eran las diez de la mañana.
-por ello
hermanos, Jesucristo nos invita a que cuidemos nuestra vocación, cuidemos lo
que nos hace bien ya que si no ponemos de nuestra parte y enterramos el “Talento” que se nos ha dado, no los
quitaran todo y nos arrojaran fuera. Pidamos la ayuda de Santa María Virgen
nuestra buena madre. En el nombre del Padre y…-
Desde su
asiento contemplaba el Templo que no había cambiado en nada desde que hiso su
primera comunión unos diez años atrás. Recordaba aquellos momentos cuando
acompañado de Julio y Antonio Felipe asistían todos los domingos a la Misa
después de haber hecho su primera comunión, pero el tiempo pasó cada quien
comenzó a crecer y el buen habito que habían adquirido lo dejaron. Juanjo
agradeció que la misa estuviera a punto de terminar y que el padre no hablara
mucho. Hacía algún tiempo que no asistía a misa.
Llegó el momento de la comunión y
Juanjo tuvo la intención de levantarse junto a Julio, Maricarmen y la Señora
Juliana y unirse a la fila india que hacían para comulgar, pero prefirió
quedarse, en lo poco que recordaba era que debía estar mejor preparado para
comulgar. Culmino la misa, y el padre Ignacio pidió que esperaran a que se
colocará en la entrada del templo para despedirse de los que asistían a misa.
Efectivamente, los asistentes
esperaron y cuando el padre se colocó en la entrada del templo, los asistentes
comenzaron a salir, inmediatamente fue rodeado por los que querían saludarlo y
despedirse.
Mientras tanto Juanjo, se queda
sentado y ve que julio, Maricarmen y la Sra. Juliana se acercan a un lugar del
templo donde estaba una caja de metal, muy bonita y brillante, recordó que ese
era el Sagrario y que allí se guardaban las ostias que sobraban de la misa. El templo va quedando casi vacío y decide ir
saliendo para esperarlos afuera. Inevitablemente se encontró con el padre
Ignacio.
-Caramba, que bueno verte Juan Josué
Urdanetaaaa – mientras pensaba el otro apellido Juanjo añade- Farías, padre
Ignacio. Bendición, ¿Cómo está usted? -este le dio un fuerte apretón de manos y
asintió diciéndole:
-Ahhh si, Farías por parte de tu
madre, la Señora Sacramento. Estoy muy contento de verte por la casa de Dios y
que también es casa nuestra y tuya y de todos. Creo que la última vez que te vi
tenías que levantar la mirada para poder hablarme, ahora soy yo el que debe
levantarla, has crecido bastante-
Si padre, la evolución, uno nace,
crece y crece y crece y luego llega lo demás.
El Padre Ignacio sonriendo le dice:
-Si hijo, crecer. Expandirse como árbol bien plantado. Aunque no todos los
árboles que se siembran crecen y se expanden, depende mucho de cómo se alimente
y se poden las ramas secas para que crezca lozano y frondoso-
Juanjo se quedó pensativo y no dijo nada,
simplemente trato de estampar una sonrisa en su rostro. Al momento llego la
familia de Julio; la señora Juliana saludo afectuosamente al padre Ignacio,
este le da las gracias por algo que había hecho. Los demás no lograron escuchar.
Julio traía la mirada baja y
Maricarmen tenía los ojos hinchados y la nariz algo colorada. Juanjo no
entendía, hacia unos minutos todos estaban muy tranquilos y ahora estaban
apesadumbrados.
El padre Ignacio con vos alegre y
tranquila y dirigiéndose a los esposos les dice:
-A ver Mari… Julio, animo. ¿Qué
sucede?-
Maricarmen se limpiaba las pupilas
inundadas de lágrimas, mientras Julio le abrasa de lado y responde: -Padre, hoy
hacen tres meses que nos robaron a María Esperanza-
Caramba hijo, cosas muy recientes que
solo la oración y presencia en Dios nos podrán ayudar a superar. El tiempo es
bueno para dejar sanar las heridas. –Se acerca a ambos y les toma de las manos-
lo más importante de esto es pedirle al Señor que bendiga a su hija donde
quiera que este, que sea feliz y que él les conceda la tranquilidad que tanto
anhelan.
Maricarmen, que ya había dejado de
llorar y estaba más calmada y tranquila dice:
-Padre, gracias por sus palabras,
quisiera sacar de mi pecho este horrible dolor que siento y estas ganas enormes
de por lo menos haber abrazado a mi niña bella. Es como si una espada, puñal,
cuchillo me atravesara el pecho. Sé que esto es una prueba de Dios, pero que
duro se me ha puesto-
- A ver mis hijos –interrumpe el padre- hay
que tener en cuenta que muchas de las cosas que nos suceden no están dentro de
la voluntad de Dios. Él nos conoce plenamente, por ello no nos prueba, seria
contradecir su amor. Lo que pasa es que nosotros los seres humanos, somos
libres y muchas veces con esa libertad hacemos daño a los otros, nos adueñamos
de la libertad del otro, nos olvidamos de que él también es libre tanto como
yo-
El padre prosigue, Maricarmen, Julio, Juanjo,
Doña Juliana miraban fijamente al padre. –El dolor que sienten Mari y Julio, es
muy fuerte ya que no sabemos que sucedió y anhelamos descubrir todo, esclarecer
todo. Simplemente nos toca orar al Señor y pedir la intercesión de María Madre
del Salvador que interceda por ustedes, ella que también sufrió al pie de la
cruz. –Y extendiendo las manos sobre Julio y Maricarmen, cerró sus ojos y dijo-
-Amado Señor Jesucristo, salvador nuestro. Te
presento la vida de esta pareja Maricarmen y Julio; tú conoces muy bien su
dolor, los comprendes y quieres lo mejor para ellos. Por eso te pido que tu
amor misericordioso inunde sus corazones para sanar y tranquilizar toda
desesperación. A ti Madre de nuestro Señor, asístelos con tu maternal
protección, ayúdalos a sobrellevar esta amarga situación, tu que también
sufriste al pie de la cruz. Amen.- y trazando una invisible cruz sobre ellos, finalizo.
Abrazo a Maricarmen, su rostro se notaba más calmado, y luego a Julio que se
notaba más tranquilo.
Al fin se despidieron del Padre y salieron del
templo. Antes de salir de los previos de la parroquia, doña juliana hace señas
a Maricarmen:
-Mírala Mari, después de todo se ve muy bien-
y señalaba hacia arriba. –Al padre, le gustó mucho, eso me comento ahora- Maricarmen,
que estaba más tranquila miró hacia arriba y dice: -Doña Juliana que bien le
quedo, toda una profesional-
Juanjo no lograba entender y por señas le
pregunta a Julio, este riendo le contesta:
-La bandera Juan, sabes que mamá siempre le ha
dado bien a la costura- Juanjo miró por fin hacia donde estaban unas astas, en
las que se enarbolaban la banderas del país y del estado que conocía
perfectamente, junto a ellas estaban dos más, una totalmente roja con un sol dorado
en el medio y las iniciales JHS acompañado de unos rayos ondulados y rectos, la
otras era mitad blanco y mitad amarillo suave con una especie de emblema en la
unión de los dos colores.
-Caramba doña Juliana, con que sigue haciendo
de las suyas con la costura. Pero, ¿Cuál de las cuatro banderas cosió?
Los cuatro miraban hacia las astas que estaban
en el centro del jardín que decoraba la entrada al templo parroquial. Bajando
la mirada le responde Maricarmen:
-Es la bandera del Vaticano la que hizo doña
Juliana, Juan. Pronto la llamaran de Roma para que le confecciones los trajes
al Papa- todos rieron a coro.
Juan no sabía cuál de las dos que desconocía
era la del Vaticano. Sabía que la del país era la que ocupaba el asta más alta,
luego a su derecha estaba la del estado, a la izquierda de la bandera del país
estaba la blanco y amarillo y al lado de la bandera del estado estaba la roja
con el sol.
No quiso pasar por ignorante y decidió no
preguntar, no dijo más nada y junto a los demás prosiguieron el camino de
retorno. El templo parroquial quedaba relativamente cerca de la casa de
ambos. Unas cuatro cuadras largas y
cortas. Antes de seguir llegaron a un mini centro comercial que estaba detrás
del templo parroquial, Maricarmen compró unos medicamentos y algunas cosas para
el almuerzo del domingo.
Ya eran las once y media de la mañana y el
estómago de Juanjo aullaba de hambre, el desayuno que le había preparado su
madre había sido víctima de los jugos gástricos y del licor etílico que había
consumido la noche anterior.
-Juan, ¿nos acompañas a almorzar hoy? Le
pregunta Maricarmen mientras salen del mini mercado. Este que llevaba de la
mano a doña Juliana le responde haciendo una mueca con la cara: -No creo poder
Mari, debo hacer unas cosas en casa y de seguro mi abnegada madre ya me tendrá
preparado el almuerzo-
Doña Juliana le insiste: -Caramba hijo, mira
que estas oportunidades no se ven todos los días. Además Maricarmen va a
preparar su plato especial de pasta y te aseguro que va a quedar muy bueno,
verdad Mari…! Maricarmen le asiente y añade:
-Ya la suegra habló, tú te lo pierdes- Julio
que llevaba las bolsas, le insiste. Juanjo, termina accediendo y piensa. –El
almuerzo de hoy, me lo llevo para mañana- y prosiguieron su camino.
Juanjo pasó gran parte de la tarde en casa de
Doña Juliana, en compañía de Julio y Maricarmen. El almuerzo pasó entre pláticas
y recuerdos. Cuando se despidió, agradeció la atención brindada. Al cruzar la
calle y caminar unos metros llegó nuevamente a su casa. Sus padres dormían una
siesta y prefirió no molestarlos, se instaló en su cuarto y los imito.
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