Las circunstancias de la vida muchas veces nos hacen sentir bien o mal. Podríamos decir que pareciera que estas circunstancias o vivencias, van marcando el día a día de la vivencia cotidiana. En muchas oportunidades de estas vivencias surgen lo que común llamamos problemas, que nos toca enfrentar y saltear. En ocasiones de esos problemas hacemos una tempestad, una tormenta o un tsunami, en un vaso. 

Y entonces creemos que es el fin y se acabo todo. Sucede que ante estas dificultades es como si estuviéramos sumergidos en un vaso de esos que son pequeños, de los que no basta solo uno cuando tenemos demasiada sed, y entonces sumergidos en ellos estamos a la mitad, miramos hacia arriba y lo vemos muy lejos, miramos hacia abajo y lo vemos muy profundo. Entonces nos atormentamos, malhumoramos, lloramos y pataleamos. Necesitamos tomar una opción que sea radical y que nos ayude a salir. 

Una opción es que podemos flotar sobre el agua de problemas buscando salir de ellos, por medio de la oración y ayuda de los demás. Flotar implica no dejarte arrastrar por las emociones que conllevan los problemas, tampoco implica no hacerles caso, debemos reflexionar en la cuota de responsabilidad que tenemos y tomar medidas que ayuden a seguir, a solucionar y vivir en paz. 

La otra opción que a mi parecer tenemos, es la de dejarnos llevar hasta el fondo, ver lo miserable que puedo ser, ver la magnitud de la dificultad, sentir como todo me sobrepasa, no para quedarme en el fondo, que sea solo para llegar al fondo de la depresión, de la tristeza o de lo que me este pasando y de allí mirar, analizar comprender y entonces tomar impulso para brincar, saltar o impulsarse hasta la superficie y darme cuenta entonces lo pequeño que ha sido el vaso de problemas. Animo, no todo está perdido. 

Cristo nuestro Señor ha vencido a la muerte, ha resucitado y con el nosotros. Pídele a él, a Jesús que te ayude en este discernimiento y te ilumine con su resurrección. Dios te bendiga.