Ser hoy día, en medio de la sociedad venezolana, polarizada, empobrecida y divididas por luchas ideológicas, Buen Pastor.

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Con motivo de la fiesta de San Juan María Vianney, santo sacerdote francés del siglo XIX, mi Arzobispo, Mons. Ubaldo Santana (Elpastorysugrey) nos ha dicho:
“quiero animarlos a todos ustedes, mis queridos hijos, a mantener viva la llama de su sacerdocio y de su servicio pastoral, compartiendo con ustedes parte de la homilía que Mons. Ángel Caraballo pronunció la semana pasada (29/07/2017), en la ordenación presbiteral de Fray Fabián, un religioso agustino venezolano. ¡Feliz día del párroco!”
¿En qué consiste ser hoy día, en medio de la sociedad venezolana, polarizada, empobrecida y divididas por luchas ideológicas, Buen Pastor?
El sacerdote, buen pastor, debe estar delante (EG, 31), para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, es decir, debe convertirse en modelo, en guía y en luz. El sacerdote es el primero en hacer lo que tienen que hacer los demás, el primero en emprender el camino que han de seguir los demás.
A imitación de Jesús el Buen Pastor, el sacerdote debe estar en medio de todos (EG, 31), con su cercanía, sencilla y misericordiosa. Debe llenar su actividad cotidiana de tiempos para los demás y de tiempos para el Señor. El sacerdote debe alimentarse del pan de la palabra y de la eucaristía, de la oración personal, del rezo y meditación de la Liturgia de las Horas y el rezo del Rosario, pues está convencido que sin Jesús no puede hacer nada, que es un simple instrumentos en sus manos, y que su misión principal misión es dar a Jesús a quien tiene en su corazón. Es práctica que debemos preservar durante toda nuestra vida de servicio.
En ese trato cercano con la gente, el sacerdote a imitación de Jesús, debe mirar a las personas a sus ojos con una profunda atención amorosa; debe ser siempre accesible a la gente, evitar protocolos innecesarios; no debe hacer caso al qué dirán ni a los respetos humanos, cuando se trata de servir a los excluidos de la sociedad; no debe aferrarse a un horario de atención al público como si fuese un funcionario público que gana por las horas que trabaja. En fin, debe vivir no para sí mismo sino para los demás.

El sacerdote, en ocasiones, deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos (EG, 31). Ha de tener un corazón magnánimo en el cual, entre todas las personas, especialmente aquellas que, por su condición política, social y económica, son excluidas y no tomadas en cuenta.



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